miércoles, enero 10, 2007

NTC ... 253. Enero 10, 2.007. AÑO 7.

NTC ... 253
Nos Topamos Con ... .
Año 7. Enero 10, 2.007
CONTENIDO
TEXTOS ESPECIALES Y EXCLUSIVOS PARA NTC ... :
1.- El maletín de mi padre. Palabras de Orhan Pamuk ante la Academia Sueca, con ocasión de habérsele otorgado el Premio Nobel de Literatura. Estocolmo, diciembre 7 de 2006. Versión en español de Carlos Vidales. Primera parte.
2.- SOBRE LA VIDA DE LUIS VIDALES. A propósito del artículo de Maryluz Vallejo Mejía “Luis Vidales: una vida de sonoras contradicciones”. Clamorosos errores, contradicciones, omisiones e inconsecuencias. “… para ajustar la perspectiva histórica y precisar los hechos.” Por Carlos Vidales . Estocolmo, Enero 2.007
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1.- El maletín de mi padre
"Edebiyatın insanoğlunun kendini anlamak için
yarattığı en değerli birikim olduğuna inanıyorum." O. P.
"Estoy convencido de que la literatura es el más valioso acervo de materiales
que la humanidad ha creado en su esfuerzo por comprenderse a sí misma." O. P.
Orhan Pamuk.
Nobel de Literatura 2.006. Discurso
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Carátulas de su libro, autobiográfico, "Estambul"
Ediciones turca, inglesa, alemana y española.
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El maletín de mi padre
Palabras de Orhan Pamuk ante la Academia Sueca, con ocasión de habérsele otorgado el Premio Nobel de Literatura. Estocolmo, diciembre 7 de 2006.
Versión en español*: Carlos Vidales**
Colaboración especial para NTC ... que agradecemos.

*PRIMERA PARTE
Esta versión ha sido elaborada sobre la base de las traducciones
del turco al sueco (Claire B. Kaustell), del turco al francés (Gilles Authier)
y del turco al inglés (Maureen Freely) publicadas en la página electrónica oficial del Premio Nobel ( http://nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/2006/pamuk-lecture.html
)
Pamuk pronunciando el discurso
...
Dos años antes de su muerte mi padre me entregó un maletín lleno de sus textos manuscritos y sus cuadernos de notas. Con su habitual aire bromista me dijo, como al pasar, que esperaba que yo los leyera después, es decir, después de su muerte.

“Échales una mirada”, dijo con algún embarazo, “tal vez algo de todo eso sirva para algo. Tú podrás elegir lo que sea publicable”.

Estábamos en mi cuarto de trabajo, rodeados de libros. Mi padre daba vueltas por la estancia, mirando a su alrededor, como quien desea desembarazarse de un equipaje pesado e incómodo, sin saber dónde ponerlo. Finalmente lo colocó discretamente, sin ostentación, en un rincón. Después de este instante, un tanto embarazoso pero imborrable para ambos, regresamos a la tranquila ligereza de nuestros papeles habituales, nuestras personalidades sarcásticas y desenvueltas. Hablamos, como de costumbre, de cosas sin importancia, de la vida, de los inagotables temas políticos de Turquía y, sin ninguna amargura, de los proyectos no realizados y los negocios sin resultados de mi padre.

Recuerdo que, durante algunos días después de su partida, di vueltas alrededor de ese maletín, sin tocarlo. Conocía desde la infancia esa pequeña valija de cuero negro, su cerradura, sus abollados rebordes. Mi padre la usaba para sus viajes cortos y también, a veces, para llevar documentos de la casa al trabajo. Recordaba haber abierto esta valija, cuando era niño, y escarbado en sus cosas que despedían un delicioso aroma de agua de Colonia y de tierras extranjeras. Este maletín era para mí un objeto conocido y fascinante, asociado a mi pasado y a mis recuerdos de la infancia; sin embargo, ahora no me atrevía a tocarlo. ¿Por qué? Lo que me inhibía era sin duda la importancia, el peso enorme de la misteriosa gravedad que su contenido parecía esconder.

Ahora voy a hablar sobre el significado de este peso secreto: es el resultado de lo que un ser humano logra crear cuando, encerrado en su cuarto de trabajo y sentado ante una mesa o en un rincón, se expresa por medio del papel y la pluma. Es decir, este es el sentido de la literatura.

No me atrevía a tocar ni a abrir el maletín de mi padre, pero conocía algunos de los cuadernos de notas que contenía. Ya había visto a mi padre escribir en ellos. No era la primera vez que yo sentía hondamente todo el peso contenido en este maletín. Mi padre tenía una gran biblioteca; en su juventud, a fines de la década de 1940, había querido ser poeta en Estambul y había traducido a Valéry al turco, pero no había querido exponerse a las dificultades de una vida consagrada a la poesía en un país pobre, donde los lectores eran escasos. Su padre –mi abuelo– era un empresario rico; mi padre había tenido una infancia cómoda y no quería empobrecerse por la literatura. Él amaba la vida con todos sus placeres, y yo lo comprendía.

Lo primero que me inhibía de acercarme al maletín de mi padre era el temor de que sus escritos no me gustaran. Mi padre tenía la misma duda y los había presentado con una actitud de cierta indiferencia, como si no tomara demasiado en serio el contenido del maletín. Esta actitud me afligía; yo llevaba ya veinticinco años trabajando como escritor, pero no quería reprochar a mi padre por no haber tomado la literatura con suficiente seriedad… Mi verdadero temor, la cosa que me aterraba verdaderamente, era la posibilidad de que mi padre hubiera sido un buen escritor. Este miedo era lo que me impedía abrir el maletín de mi padre. Peor todavía, yo no era capaz de confesarme a mí mismo esta razón, porque si de su pequeña valija surgía una gran obra, yo estaría obligado a reconocer la existencia de otro hombre, totalmente diferente, en el interior de mi padre. Era una posibilidad aterradora. Porque incluso a mi edad, ya avanzada, yo quería que mi padre fuera solamente mi padre, no un escritor.

Para mí, ser escritor significa descubrir, mediante un paciente trabajo de años, la otra persona que vive oculta en uno, y el mundo interior que la hace ser lo que es; cuando hablo de escritura, lo primero que me viene a la mente no es una novela, un poema o una tradición literaria, sino una persona que, encerrada en estudio, replegada en sí misma y protegida de sí misma, rodeada de sus sombras, se sienta ante una mesa, sola con las palabras, y construye con ellas un mundo nuevo. Este hombre, o esta mujer, puede usar una máquina de escribir o emplear los servicios de un ordenador o bien, como yo, puede pasarse treinta años escribiendo con una pluma estilográfica sobre el papel. Puede fumar, puede beber café o té. De vez en cuando puede lanzar una mirada a través de la ventana, sobre los niños que se divierten en la calle –si tiene suerte, sobre los árboles o un paisaje–, o sobre un muro sombrío. Puede escribir poesía, teatro, o novelas, como yo. Todas esas diferencias surgen después de la tarea crucial que consiste en sentarse ante la mesa y entrar pacientemente en su mundo interior. Escribir es traducir en palabras esta introspección, esta indagación de sí mismo, y gozar de la alegría de explorar con paciencia y obstinación un mundo nuevo. Sentado ante mi mesa mientras los días, los años y los meses transcurrían y mientras yo iba agregando nuevas palabras sobre las páginas en blanco, sentía que estaba construyendo un nuevo mundo interior para mí mismo; que yo, del mismo modo que quien construye un puente o una cúpula, piedra sobre piedra, estaba descubriendo otra persona en mi interior. Para nosotros, escritores, las palabras son nuestras piedras de construcción. Conociéndolas y valorándolas en sus relaciones recíprocas, juzgándolas a veces a la distancia, acariciándolas en ocasiones con las yemas de los dedos o con la pluma estilográfica, sopesándolas, colocamos a cada una de ellas en su lugar, para ir construyendo nuevos mundos a lo largo de los años, sin perder la esperanza, obstinadamente, pacientemente.
El secreto del escritor, para mí, no es la inspiración –pues nunca se sabe de dónde viene–, sino la obstinación y la paciencia. Hay una hermosa expresión turca, “cavar un pozo con una aguja”, y a mí me parece que fue inventada pensando en nosotros los escritores. En los antiguos relatos, yo amo y comprendo la paciencia de Ferhad, quien, según la leyenda, perforaba las montañas por el amor de Shirine. Cuando escribí, en mi novela Me llamo Rojo, sobre los antiguos miniaturistas persas que dibujaban el mismo caballo durante años hasta memorizarlo al punto de que podían dibujarlo con los ojos cerrados, yo sabía que estaba escribiendo también sobre el oficio del escritor y sobre mi propia vida. Para alcanzar el don de poder narrar su propia vida, lentamente y como si fuera la historia de otros, para sentir en sí mismo esta fuerza narrativa, me parece que el escritor debe dedicar todos sus años a este arte y a este oficio ante su escritorio, con la necesaria condición del optimismo. El ángel de la inspiración, que visita regularmente a algunos y jamás a otros, favorece al optimista y al que confía en sí mismo, y cuando el escritor se siente más solo que nunca y duda más que nunca de sus esfuerzos, de sus sueños y del valor de sus escritos –es decir, cuando cree que su relato es únicamente el relato de sí mismo–, es entonces cuando el ángel le revela las historias, las imágenes y los sueños que unen el mundo del cual quería salir el escritor con el mundo que quiere construir. Mi sentimiento más estremecedor, en este oficio de escritor al que he dedicado toda mi vida, ha sido la sensación, a veces, de que algunas frases, fantasías y páginas que me han hecho inmensamente feliz, no procedían de mi propia imaginación, sino que me habían sido reveladas generosamente por alguna fuerza externa.

Yo tenía miedo de abrir el maletín de mi padre y de leer sus cuadernos, porque yo sabía que él jamás habría soportado las dificultades que yo mismo tuve que afrontar. Él no amaba la soledad sino los amigos, las multitudes, los salones, las bromas, las diversiones sociales. Pero mis pensamientos tomaron luego otro rumbo: estas ideas, estos sueños sobre la paciencia y el ascetismo, todas esas concepciones que yo había construido podían ser solamente mis propios prejuicios ligados a mi vida y a mi experiencia como escritor. Ha habido una gran cantidad de autores brillantes que escribieron rodeados de multitudes, de sus familias, del bullicioso esplendor y el alegre parloteo de la vida social. Además, mi padre nos había abandonado cuando éramos niños, aburrido de la monotonía de la vida familiar. Se había ido a París y allí, en habitaciones de hotel –como tantos otros escritores– llenaba, uno tras otro, cuadernos y más cuadernos de notas. Yo sabía que en el maletín se encontraba una parte de esos cuadernos, pues durante los años que precedieron a la entrega de la pequeña valija mi padre había comenzado a hablarme sobre ese período de su vida. También había hablado sobre aquellos años cuando yo era niño, pero sin mencionar su vulnerabilidad ni sus sueños de convertirse en poeta ni sus angustias existenciales en las habitaciones de hotel. Contaba cómo había visto frecuentemente a Sartre en las aceras de París, y hablaba con entusiasmo ingenuo, como portador de noticias muy importantes, de los libros que había leído y las películas que había visto. Más tarde, ya convertido en escritor, no he olvidado nunca que llegué a serlo gracias a que mi padre, en lugar de recordar a los famosos pachás y grandes líderes religiosos, me hablaba frecuentemente de los grandes autores de la literatura universal. Tal vez por esto debía yo abordar la lectura de los cuadernos de mi padre, sin pensar tanto en el valor literario de sus escritos, considerando todo lo que yo debía a los libros de su biblioteca y recordando que él, cuando vivía con nosotros, no aspiraba sino a encerrarse en una habitación –como yo– para estar en íntimo contacto con sus libros y sus pensamientos.

Sin embargo, contemplando con zozobra este maletín cerrado, sentí que era precisamente esto lo que yo era incapaz de hacer. Mi padre acostumbraba en ocasiones tenderse en el sofá, frente a sus libros, dejar a un lado el libro o la revista que tenía en sus manos y hundirse durante largo rato en sus pensamientos y fantasías. En su rostro aparecía entonces una nueva expresión, diferente de la que mostraba en las bromas, el bullicio y las riñas de la vida familiar. Esa expresión denotaba una profunda introspección que me hizo comprender, ya desde mi infancia y durante los primeros años juveniles, que mi padre sufría un desasosiego interior que me inquietaba. Ahora sé, muchos años después, que ese desasosiego es una de las fuerzas decisivas que hacen de un ser humano un escritor. Para llegar a ser escritor se necesita, antes que la paciencia y el esfuerzo, el impulso interior que nos hace huir de las multitudes, la vida social, las cosas citidianas que todos comparten, y encerrarse en una habitación. Los escritores necesitamos la paciencia y la esperanza para encontrar en nosotros mismos los cimientos del mundo que creamos para nosotros. Pero el deseo de encerrarnos en una habitación, en una sala llena de libros, es lo primero que nos impulsa. Montaigne fue sin duda quien marcó el inicio de la literatura moderna, el primer gran ejemplo de escritor libre de temores y prejuicios, el primero que discutió las palabras de otros sin escuchar otra voz que la de su propia conciencia y, en conversación con sus libros, desarrolló sus propias ideas y su propio mundo. Montaigne es uno de los escritores que mi padre leía una y otra vez, y a cuya lectura me incitaba siempre. Yo quisiera verme a mí mismo como un seguidor de esta tradición de escritores que, sea en Oriente, sea en Occidente, se apartan de la vida social para encerrarse, junto con su biblioteca, en su estudio. El punto de partida de la verdadera literatura es el ser humano encerrado, a solas, con sus libros.

Pronto descubrimos, sin embargo, en ese recinto donde nos hallamos encerrados, que no estamos tan solos como podría creerse. Nos hacen compañía las palabras de otros y las historias de otros, sus libros, todo aquello que llamamos la tradición literaria. Estoy convencido de que la literatura es el más valioso acervo de materiales que la humanidad ha creado en su esfuerzo por comprenderse a sí misma. Las sociedades humanas, tribus, naciones, se hacen más inteligentes, se enriquecen y se elevan en la misma medida en que toman en serio su literatura y escuchan a sus escritores. Como todos sabemos, las hogueras de libros y las persecuciones contra los escritores han sido el anuncio de tiempos de tinieblas e irracionalidad para naciones enteras. Pero la literatura nunca es un asunto puramente nacional. El escritor que se encierra con sus libros y emprende, antes que nada, el viaje interior, descubre con el correr de los años esta regla imperiosa: la literatura es el arte de narrar nuestra propia historia como si fuera la de otros, y la historia de otros como si fuera la nuestra. Para lograr esto debemos viajar a través de las historias y libros de otros.

Mi padre tenía una buena biblioteca, con unos mil quinientos libros, más que suficiente para un escritor. Cuando yo tenía veintidós años no había leído quizás todos esos libros, pero a todos los conocía, uno por uno, sabía cuáles eran importantes, cuáles eran ligeros y fáciles de leer, cuáles eran clásicos, cuáles eran parte imprescindible de la literatura universal, cuáles eran testimonios olvidables pero entretenidos de la historia local y cuáles eran las obras de un escritor francés a quien mi padre tenía en alta estimación. Yo contemplaba a veces esta biblioteca desde cierta distancia e imaginaba que un día, en una casa propia, tendría una biblioteca igual o incluso mejor, y que construiría para mí un mundo de libros. Vista desde la distancia, la biblioteca de mi padre me parecía en ocasiones una pequeña imagen de todo el mundo real. Pero era un mundo visto desde nuestro ángulo de visión, desde Estambul. El contenido de la biblioteca daba testimonio de esto. Mi padre la había formado con los libros adquiridos durante sus viajes, sobre todo en París y en América, con los que había comprado en su juventud a libreros que vendían literatura extranjera en Estambul durante las décadas de 1940 y 1950, y con los que había contiado adquiriendo en librerías que yo también conocía. Mi mundo es esta mezcla del mundo local, el nacional y el occidental. A partir de la década de 1970 comencé yo también, ambiciosamente, a formar mi propia biblioteca. Aun no me había decidido por completo convertirme en escritor. Como he relatado en mi libro Estambul, yo ya había intuido que nunca llegaría a ser pintor, pero no sabía con exactitud qué camino tomaría mi vida. Tenía una curiosidad insaciable y universal, una avidez ingenua y excesivamente optimista por leer y aprender; pero al mismo tiempo tenía la sensación de que a mi vida le faltaría algo y que yo no podría vivir como otros. Esta sensación, exactamente como la que yo experimentaba al contemplar la biblioteca de mi padre, estaba asociada con la idea de encontrarme lejos del centro, esto que los habitantes de Estambul sentíamos en aquellos tiempos, esta sensación de vivir en la periferia. Esta era otra circunstancia que aumentaba mi preocupación y me hacía sentir de algún modo incompleto, porque yo sabía muy bien que vivía en un país que no valoraba ni estimulaba a sus artistas –fueran ellos pintores o escritores– y les ofrecía una vida sin esperanza alguna. En los años setenta, como impulsado por un deseo apremiante y angustioso de resolver estas carencias de mi vida, visitaba con impaciencia furiosa los atiborrados quioscos y tiendas de libros de Estambul; y cuando compraba a los libreros de ocasión, con el dinero que mi padre me daba, libros descoloridos, manoseados, descuadernados y polvorientos, el estado lastimoso de estas tiendas de libros usados y el aspecto miserable de los pobres libreros que ponían sus mercancías en las orillas de las calles, en los patios de la mezquitas y en los nichos de muros en ruinas, la decrepitud y la pobreza sórdida de todos estos lugares me impresionaban tan poderosamente como las hondas vivencias que el contenido de esos libros me prometía.

... ... Continuará en próximo numero de NTC ...
La segunda y última parte se publicó el 18 de Enero 2.007 en: http://ntcblog.blogspot.com/2007_01_14_archive.html
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Caricatura posterior a sus polémicas declaraciones de Febrero de 2.005 en el sentido que en Turquía fueron asesinados "30.000 kurdos y un millón de armenios". http://es.wikipedia.org/wiki/Orhan_Pamuk .
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Pamuk en su apartamento en Estambul, frente al Bósforo.

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2.- SOBRE LA VIDA DE LUIS VIDALES: “… para ajustar la perspectiva histórica y precisar los hechos. ... ”

A propósito del artículo de Maryluz Vallejo Mejía
“Luis Vidales: una vida de sonoras contradicciones”
Clamorosos errores, contradicciones, omisiones e inconsecuencias.

Por Carlos Vidales . carlos@bredband.net
Estocolmo, Enero 2.007
(A propósito del artículo de Maryluz Vallejo Mejía “Luis Vidales: una vida de sonoras contradicciones”, Unicarta, Universidad de Cartagena, n.101, pp. 91-103, mayo de 2004).

Con casi dos años de retraso vengo a enterarme de que la Dra. Maryluz Vallejo Mejía (en adelante MVM) ha publicado un artículo sobre la contradictoria vida de Luis Vidales. Me sorprende, porque habiéndose comunicado previamente conmigo por la vía del correo electrónico para solicitarme información, que gentilmente le facilité, suponía que en Colombia se respeta la regla de cortesía académica de enviar a los informantes y personas consultadas una copia de la publicación pertinente. Veo ahora que no es así, y habiendo leído el texto del artículo gracias a la publicación que de él apareció en NTC ... 250 A http://ntcblog.blogspot.com/2006_12_10_archive.html , y a la amabilidad y benevolencia de mi amigo Gabriel Ruiz, he procedido a leerlo con atención… y a sorprenderme otra vez.
En efecto, el artículo de la Dra. MVM contiene afirmaciones que invitan a la polémica y, por qué no decirlo, al debate apasionado: su propósito evidente es demostrar que Luis Vidales fue errático, inconsecuente, veleidoso y caprichoso en su vida personal y política.

Pese a la tentación de responder a este planteamiento, que me parece incorrecto, me daré el gusto de no entrar ni en debates ni en polémicas, limitándome a señalar los clamorosos errores y las ”sonoras” contradicciones, omisiones e inconsecuencias en que ha incurrido la Dra. MVM, esperando sinceramente que mis observaciones sirvan para ajustar la perspectiva histórica y precisar los hechos.

Enumeraré por ello, sin más preámbulos, los puntos débiles e inconsistentes del artículo en cuestión, cuyo texto íntegro puede ser cotejado en la página electrónica de NTC ... http://ntcblog.blogspot.com/2006_12_10_archive.html .

1- “Vidales, confeso estalinista en su momento” (p. 92). Error. Vidales fue confeso estalinista en todo momento.

2- “Una imprenta de caucho comprada en la librería de Salvador Camacho y Roldán” (p.93). Error. Se trata de Salvador Camacho Roldán, una sola persona.

3- “…en el Banco de Londres y América del Sur, donde hizo una carrera fugaz: comenzó como cajero y pronto lo nombraron jefe de contabilidad” (p. 94). ¿Qué se entiende por “fugaz”? Trabajó varios años ahí, y solamente renunció en 1926 cuando emprendió su viaje a Europa. Su carrera en el banco tuvo un ascenso rápido, pero de ninguna manera “fugaz”.

4, 5, 6- “En 1927 recibió del gobierno de Abadía Méndez el nombramiento de secretario del consulado colombiano de Génova, donde permaneció ocho meses. Con estos apetecibles cargos el general intentó neutralizar los ánimos de los jóvenes intelectuales de izquierda” (p. 94). Dos errores y una omisión: El presidente Miguel Abadía Méndez (1867-1947) no era general sino abogado, hombre de letras, humanista y político. El cargo que dio a Vidales (Cónsul General en Génova) no fue para “neutralizar” a los jóvenes de izquierda, sino un favor personal solicitado por la madre de Vidales, dado que el poeta se estaba muriendo de hambre en París. Luis Vidales renunció a su cargo como protesta por la masacre de las bananeras, en 1928. Que yo sepa, es el único funcionario diplomático en la historia de Colombia que ha renunciado a su cargo para repudiar una masacre cometida por agentes del gobierno.

7- “Incluso por esos días apareció una foto del díscolo poeta daándole la mano al jefe del Estado italiano Benito Mussolini” (p.94). Omisión del contexto: “incluso por esos días” Vidales presentó sus credenciales ante el Duce y, como era obligatorio y de ceremonia, le dio la mano. Mussolini comentó: “Colombia è un bello paese de L’America Centrale…” Y Vidales inició una réplica inmediata: “Ciertamente, y supongo que también es un bello país de…” No alcanzó a terminar con “… la América del Sur” porque un colega le dio un fuerte codazo para imponerle prudencia. Musolini captó la situación y, molesto, le dio la espalda al poeta y no le volvió a hablar. También “incluso por esos días” Vidales trabó contacto con Palmiro Togliatti, secretario general del Partido Comunista italiano.

8- “Luis Tejada, el príncipe de los cronistas que retrató varias veces a Vidales como un sapo” (p. 94). Error: no fue el cronista Luis Tejada sino el dibujante y caricaturista Ricardo Rendón quien caricaturizó a Vidales como un sapo, para molestarlo, pues mantenía con él una amistad conflictiva.

9- “Y tan elegante como Gaitán se paseaba por las calles y cafés parisinos” (p. 94). Error. Vidales fue en París un estudiante pobre, medio muerto de hambre, y sus elegancias extravagantes eran arreglos de apuros. Adoptó una facha excéntrica para disimular su pobreza con humor, obligado como estaba a mostrarse “vestido en pleno invierno con traje de verano”.

10, 11- Dice que Vidales tuvo una relación con el Partido Comunista “con largas separaciones de la cúpula y disidencias hacia el liberalismo de izquierda” (p. 95). Error y mal manejo de la información: fue una sola larguísima marginación de la militancia, sin ninguna “disidencia”. Su trabajo dentro del liberalismo de izquierda fue claramente una misión encomendada por el propio Partido Comunista, como Vieira lo reconoció en su momento según consta en el mismo artículo de MVM: “Según su amigo y copartidario Gilberto Vieira, al partido le pidieron candidatos para trabajar en Jornada y la directiva propuso a Vidales y a Renato Arango” (p. 96), y como se prueba por la conducta política de Vidales dentro del Partido Liberal. Y en la p. 97 cuenta MVM que lo primero que hizo Vidales al regresar a Colombia de su exilio chileno, en 1960, fue pedir la militancia en el Partido Comunista, y que Vieira le respondió: "Métete en lo más hondo del partido liberal". Aquí hay que sumar, por tanto, otro error: abierta contradicción entre lo que se sostiene en la p. 95 (disidencias) con el testimonio de Vieira en la p. 96, y la instrucción partidaria del mismo Vieira en la p. 97, lo que sugiere desorden y negligencia en el manejo de los apuntes que han servido de base para escribir el artículo.

12- “Pero debido a sus actos de desobediencia con el Partido y a la enemistad que mantuvo con el camarada Ignacio Torres Giraldo, el poeta fue apartado de su cargo directivo en 1934” (p. 95). ¿Cuáles fueron esas “desobediencias”? No lo dice. Lo que hubo fue una diferencia de concepciones sobre la estrategia revolucionaria. Vidales sostenía entonces que la revolución socialista podía realizarse a partir de las insurrecciones agrarias y por eso mismo organizó y llevó a efecto muchos alzamientos campesinos, que le valieron cárcel y persecuciones y que fueron el motivo fundamental de su marginación. El estalinismo (Tercera Internacional) sostenía que solamente el proletariado industrial podía ser el sujeto activo de la revolución y que no se debía dar prioridad a las luchas campesinas. A partir de las sanciones de la Tercera Internacional contra Vidales, las luchas agrarias en Colombia, iniciadas por el Partido Comunista, decayeron notablemente y Gaitán aprovechó la ocasión para dar impulso a sus Ligas Campesinas. Volvieron a tomar impulso recién en 1948, después del asesinato de Gaitán. Y en 1949, el triunfo de la revolución china, bajo la dirección de Mao Tse Tung, mostraría que las tesis de Vidales no eran tan disparatadas.

13- “En esos años Vidales se volvió Lopista” (p. 96). Grave omisión del contexto histórico y político. No dice cuáles fueron “esos años”. El apoyo comunista a la candidatura de Alfonso López Pumarejo para las elecciones de 1942 fue decidido por la Tercera Internacional a mediados de 1941, al producirse la agresión nazi contra la Unión Soviética. La Segunda Guerra Mundial estaba en su apogeo. La Unión Soviética se hallaba destrozada y al borde del colapso a causa del feroz ataque hitleriano. La Tercera Internacional, a través de su Comintern, impartió órdenes perentorias a todos los partidos comunistas del mundo capitalista, para que apoyaran a los líderes democráticos que pudieran garantizar una lucha eficaz contra el fascismo y el nazismo. Estas instrucciones se cumplieron en el mundo entero, hasta el extremo de que, por ejemplo, en Argentina, los comunistas entraron en la Alianza Democrática con todos los partidos (incluidos los ultraconservadores) para enfrentarse a Perón (sin éxito). En Colombia, el Partido Liberal estaba dividido y no podía decidir si el candidato oficial sería Alfonso López Pumarejo (progresista) o Carlos Arango Vélez (derechista). El jefe conservador, Laureano Gómez, en abierta intromisión en los asuntos internos del liberalismo, declaró su apoyo a Carlos Arango Vélez. Entonces el país entero se electrizó, el pueblo “se volvió Lopista” y los resultados fueron estos: López (liberal), 673.169 votos; Arango Vélez (oligarquía liberal-conservadora), 474.637 votos. Pese a la división liberal, las fuerzas progresistas del país lograron derrotar al candidato de la reacción. Es en este contexto histórico y político que Luis Vidales, fiel a las directivas de la Tercera Internacional, apoyó la candidatura de López, lo que de ninguna manera significa que “se volvió Lopista”.

14- “… en 1946 votó por Gabriel Turbay, a pesar de ser tan amigo de Jorge Eliécer Gaitán, quien representaba la disidencia del liberalismo” (p. 96). Otro error por omisión de contexto histórico y político. Vidales era comunista, no votaba por amistad sino por disciplina política. Gabriel Turbay era el jefe único del liberalismo. La Segunda Guerra Mundial había terminado, se iniciaba la Guerra Fría con la enunciación de la Doctrina Truman. El Partido Comunista colombiano libraba una feroz lucha contra el duranismo y el browderismo. Se decidió entonces apoyar al candidato oficial del liberalismo (Gabriel Turbay) y aconsejar a Gaitán que no dividiera las fuerzas populares y democráticas. Gaitán desoyó el consejo. Los resultados de las elecciones de 1946 mostraron cuán errónea había sido la táctica divisionista: Mariano Ospina Pérez (conservador), 565.939; Gabriel Turbay (liberal, candidato oficial), 441.199; Jorge Eliécer Gaitán (liberal disidente) 358.957. El país está pagando todavía las terribles consecuencias de esta división. Es interesante constatar que José Luis Díaz-Granados, si hemos de creer en la versión que ofrece MVM (p. 96), marxista y amigo de Vidales, tampoco parece entender el contexto histórico y político en que el Partido Comunista (no solamente Luis Vidales) decidió el apoyo a Gabriel Turbay.

15, 16- “Justamente durante el régimen de Laureano Gómez se desató una persecusión política que le costó a Luis Vidales, en 1951, la expulsión de la Universidad Nacional” (p. 96). Dos errores: primero, no se escribe “persecusión” sino persecución; segundo, Luis Vidales fue destituido por el señor Designado Roberto Urdaneta Arbeláez. Si bien Vidales y Laureano Gómez se odiaban, no fue Laureano quien destituyó a Vidales.

17- “Y un año después [o sea en 1952], durante el régimen del general Rojas Pinilla, empezó a sentirse perseguido como funcionario público” (p. 96). Grave error: Gustavo Rojas Pinilla no estaba en el poder en 1952, pues su célebre “golpe de opinión” se realizó el 13 de junio de 1953, y para esas fechas Vidales y su familia ya llevaban varios meses de residencia en Chile, como asilados políticos. Para Rojas Pinilla hubiera sido un poquito difícil perseguir al comunista Vidales en 1952, pues en ese año el general se encontraba en Corea, matando comunistas como jefe del Batallón Colombia y con un grado inferior: Teniente General.

18- “Entonces se le presentó la oportunidad de irse al exilio argentino pero terminó sentando sus reales en Chile porque le ofrecieron [¿qué?] como asesor técnico en la Oficina Nacional de Estadística” (p.96). Omisión de datos esenciales para entender a Luis Vidales. Como jefe de Publicidad y Propaganda de los Censos Nacionales, cumplió a cabalidad su misión hasta la realización del censo de 1953. Solamente entonces renunció a su cargo. El presidente argentino Juan Domingo Perón le había ofrecido asilo y un empleo público, que en principio aceptó. Pero al entrar en territorio chileno con su familia (por Arica, en la frontera con el Perú), recibió un telegrama del presidente chileno Carlos Ibáñez de Campo, en el cual le ofrecía asilo inmediato y un cargo en la Oficina Nacional de Estadísticas. La familia Vidales viajó, pues, a Santiago, y en el aeropuerto esperaban al pie de la escalerilla del avión, los edecanes militares del presidente (al lado derecho) y varios miembros del Comité Central del Partido Comunista chileno (al lado izquierdo). Que los comunistas de más alto rango arriesgaran su seguridad para esperar a Luis Vidales (el PC era entonces ilegal y clandestino en Chile), es un dato muy elocuente y confirma que Vidales era hombre de las más alta confianza del comunismo internacional. Entre los comunistas que esperaban a Vidales en el aeropuerto de Cerrillos se encontraba el ensayista y novelista Volodia Teitelboim, quien había pasado largos meses en un campo de concentración en Pisagua, bajo la vigilancia de un coronel que llegaría a ser muy conocido en el mundo entero: Augusto Pinochet.

19, 20, 21- “En este periplo chileno estrechó su amistad con Pablo Neruda, a quien había conocido en París, y con Salvador Allende. Quizá la cercanía con el mandatario democrático lo llevó a hurgar en la vida de Juan Antonio Ríos, un presidente liberal de quien escribió una extensa biografía, todavía inédita.” (p. 96). Tres errores: primero, Salvador Allende era senador por el Partido Socialista de Chile, y a los parlamentarios no se les da el calificativo de “mandatarios” aunque en rigor hayan recibido un mandato; segundo, Juan Antonio Ríos no fue presidente “liberal” sino miembro y dirigente del Partido Radical, elegido en 1942 presidente de la república por el Frente Popular (socialistas, radicales, comunistas e independientes), precisamente según la estrategia de la Tercera Internacional que ya he mencionado a propósito de la elección de López Pumarejo en Colombia (tanto Ríos como López Pumarejo declararon la guerra contra el Eje); y tercero, Vidales tomó la decisión de escribir la biografía de Ríos, no por la “cercanía” con nadie, sino porque se había abierto un concurso para ello y el poeta exiliado necesitaba el dinero, pues el sueldo era muy bajo y todos los recursos se habían ido en la compra de una vivienda. Vidales ganó el concurso y el dinero, pero las presiones de la familia Alessandri, enemiga de Ríos, impidieron la publicación de la obra, cuyo original inédito se encuentra en mi poder.

22- Hablando de los dos hijos mayores de Vidales, dice: “Carlos y Luz pertenecían al partido socialista y durante el golpe militar a Allende les bombardearon la casa y tuvieron que esconderse en la Embajada de Colombia.” (pp. 96-97) Error. No nos bombardearon la casa, sino el lugar de trabajo, porque trabajábamos en el Palacio Presidencial (La Moneda), con Salvador Allende. Y nos buscaban para fusilarnos.

23, 24- “En estos años [después del exilio chileno] también estrechó Vidales su amistad con la colonia judía y sirvió de traductor para dos libros: Yo vi crecer un país, de Simón Guberek, su amigo y benefactor y Gentes en la Noria, del olvidado escritor Salomón Brainski…” Error y confusión. El libro de relatos Gentes en la Noria, fue presentado por Luis Vidales en el suplemento de El Tiempo, de Bogotá, el domingo 8 de marzo de 1942 (páginas 1 y 2), muchos años antes del exilio chileno del poeta. La obra se publicó en Buenos Aires en 1945 (Editorial Judaica). El libro del polaco-judío Guberek Yo ví crecer un país fue publicado efectivamente en 1974, después del exilio chileno de Vidales. Pero Vidales fue protector de los judíos perseguidos por el nazismo ya en la década de 1930 y en nuestra casa recibieron asilo y hospitalidad muchos de ellos. Por eso mismo, la colonia judía siempre fue generosa con nosotros en los días difíciles de Chile, lo que no nos ha impedido ser críticos ante la política del Estado de Israel. MVM dice que después del exilio chileno de Vidales (o sea después de 1960) eran ”los tiempos de la lucha contra el socialnacionalismo y los miembros del partido comunista se sintieron solidarios con la causa de los judíos perseguidos.” (p. 97). Grave error histórico: el período de la lucha contra el nacionalsocialismo abarca las décadas de 1930 y 1940 principalmente.

25- Viene hablando de la detención de Vidales en 1979 y dice enseguida: “En ese mismo año de 1978 el periodista Isaías Peña Gutiérrez llevó a La Habana para su publicación La Obreríada,” (p. 97). Error de desorden en los apuntes. 1979 no puede ser nunca “ese mismo año de 1978”. La Obreríada, que es en realidad una antología de poemas de diversas épocas, se publicó en La Habana en agosto de 1978 y ya circulaba en Colombia cuando el general Vega Uribe, asesorado por los caballos de la Escuela de Caballería, ordenó el allanamiento y detención contra el poeta.

26- “…un gran critico de arte y un maestro con mucho ascendente entre la juventud.” (p. 98). Error. Querrá decir ascendiente (predominio moral e influencia), porque ascendente es el que asciende, y a Luis Vidales nunca le interesó el alpinismo.

27- “Pero lo cierto es que este comunista convencido hasta la médula disfrutaba de la vida burguesa.” (p. 98). Grave error. No tuvo automóvil ni acciones capitalistas, ni miró nunca las oscilaciones de la Bolsa de Valores, ni tuvo fábricas ni empresas ni empleados ni obreros ni vivió de la plusvalía. Fue austero. Le gustaba el whisky pero bebía del más barato o, lo que era muy frecuente, el que le obsequiaban los amigos. Fumaba cigarrillos ingleses, que costaban lo mismo que mis Lucky Strike. Le gustaba la buena mesa, pero comía en muy pequeñas cantidades. No tuvo jamás casa de campo, ni piscina. Su mayor tesoro fue su biblioteca y, a diferencia de los burgueses, tenía su biblioteca dentro de la cabeza, no solamente en los estantes.

28- “Viajó cuanto quiso por el mundo, su pasión desde joven.” (p. 98). Falso. Nunca viajó por placer. Viajó a estudiar a Francia en 1926. Recorrió Europa como estudiante pobre, buscando conocimientos. Visitó Brasil en misión periodística a mediados de la década de 1940. Viajó a Chile como exiliado y perseguido, en 1953. Viajó a la Unión Soviética y a los países de Europa Oriental con viajes pagados por su Partido, en misiones políticas. Viajó a la China en 1950, para representar a Colombia en el Congreso Mundial por la Paz, con pasajes pagados por su Partido. Viajó a Moscú en 1954 para participar en el Congreso de Escritores Soviéticos, con pasaje pagado por el Partido Comunista de la Unión Soviética. Las únicas vacaciones que se tomó en su vida fueron: una semana en el Golfo de Morrosquillo en 1950; una semana (conmigo) en la Laguna de Tota en 1951; una semana en un pueblo del Valle Central de Chile, en 1959, junto con los hijos menores; y un tratamiento médico de dos meses en Turcmenia o Turkmenistán (no Turmenia) y en el Mar Negro, en la década de 1980, pagado por su Partido.

29- “Lo curioso es que nunca viajó acompañado de su esposa en estos viajes de camaradas.” (p. 99). Inconsecuencia. Antes era “vida burguesa”, ahora son “viajes de camaradas”. Y si son viajes de Partido, no es de ninguna manera curioso que la esposa no lo acompañe. Sin embargo, puedo dar testimonio de que ella nunca quiso ser militante activa del Partido Comunista ni participar de esos viajes, aunque ideológicamente fue siempre solidaria con su compañero.

30- “…incluso se fue al exilio chileno con un buen cargo diplomático, salvoconductos y dinero suficiente.” (p. 99). Falsedad. ¿Cuál cargo diplomático? ¿Quién se lo dio? El supuesto general Rojas Pinilla, que no era general sino teniente general, y que no estaba en el poder cuando Vidales se fue al exilio, a pesar de lo que afirma MVM (p. 96), y por lo tanto no podía hacer al poeta objeto de “persecusión” ni de persecución, y mucho menos darle “un buen cargo diplomático”? La familia Vidales salió de Colombia con los pocos ahorros del poeta y con el dinero que su esposa obtuvo con la venta de su casa de Los Mártires, antigua herencia de su padre, Aristídes Rivera. Todo investigador está obligado a comprobar sus informaciones cuando son del calibre de las que estoy comentando, para evitarse juicios por calumnia, o por lo menos para evitarse el epíteto de pésimo investigador.

31, 32- “Este confeso burgués no pasó pues la afugias del proletariado”. (p. 99). Cita falsa. “Confeso” significa que ha confesado. ¿Cuándo confesó Luis Vidales ser un burgués? Por otra parte, no encuentro la palabra “afugia” en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, ni en el Diccionario Panhispánico de Dudas, ni en el Tesoro de la Lengua Española (69 diccionarios desde 1495 hasta nuestros días) ni en el Corpus del Español (100 millones de entradas desde el siglo XI hasta nuestros días). Aparece 242 veces en internet, siempre en textos colombianos y una vez en un estudio sobre la lengua de Samoa. La única definición (indirecta) encontrada dice: “Agite: colombianismo que significa lo mismo que atafago y es pariente cercano de la afugia y del despelote. Si quiere más detalles, escríbame a olmuser@gmail.com. Con gusto le aclaro el significado.” No me parece, pues, un vocablo destinado a mejorar el nivel de un trabajo universitario, a menos que se trate de un estudio sobre el slang o el argot.

33, 34- “Y aunque sus casas siempre estuvieron decoradas de forma austera y no tuvo mayores apegos materiales, dicen que no se recuperó nunca del robo de su colección de pipas traídas de todo el mundo.” (p. 99). Inconscuencia y falta de rigor. Antes “disfrutaba de la vida burguesa” (p. 98) y era un ”confeso burgués” (p. 99). Ahora resulta que ”no tuvo mayores apegos materiales”. La formulación “dicen que” sin indicar la fuente, es ajena al nivel de un trabajo universitario. La famosa colección de pipas es un mito: Jamás tuvo más de cinco pipas: dos francesas, una italiana y dos inglesas.

35- “Carlos Vidales, el hijo mayor ex-militante del M 19 y residenciado desde 1982 en Suecia” (p. 100). No. Yo estoy “residenciado en Suecia” desde el día 2 de octubre de 1980. La fecha es importante, porque los servicios de “inteligencia” colombianos han querido involucrarme en un crimen cometido en 1981 en Colombia. Les salió el tiro por la culata, porque mi presencia en Suecia está documentada por la misma policía sueca.

36- “La hija mayor, Luz, que también da clases de literatura en la Universidad de Estocolmo…” (p.100). Error. Luz no da clases de literatura en la Universidad de Estocolmo.

38- “… y su nieta favorita Pauline,” (p.100). Error. Se llama Paulette.

39- “Vidales era un hombre extremadamente machista, que ya en algunos de sus escritos de juventud dejaba perfilar cierta misoginia, como cuando comenta que las mujeres solteras constituyen un desperdicio porque su única función en el mundo es la de parir hijos.” (p. 100). Tergiversación. ¿Dónde está la cita exacta? Vidales ironiza sobre la concepción burguesa de la mujer, no está diciendo que esa es su concepción. En cambio dice, textualmente: “Todo el gran misterio de la mujer consiste en que el hombre la cree de naturaleza distinta a la suya” (Suenan Timbres, 2a. ed, Colcultura, 1976, p. 184). Y dice también: “Si comprendiéramos que el hombre sólo se escucha a sí mismo, nos alarmaríamos de la soledad universal” (Ibid., p. 186). Y en el poema “Auto-semblanza”, ironizando sobre la idea burguesa de que las mujeres son simples “jugueticos” que nos dio “El Señor”, le pide a este Señor (irónicamente, porque el poeta es ateo) que le mande uno de esos jugueticos “para hablar de cosas razonables” (Ibid., pp. 104-105). A Vidales le encantaban las mujeres intelectuales y se pasaba horas conversando con ellas sobre temas de filosofía, literatura, historia y cultura en general. En una entrevista de 1990 con José Luis Díaz-Granados, pocos meses antes de su muerte, dijo: “El machismo comenzó cuando inventaron que Dios era hombre”.

40- Hablando la esposa de Luis Vidales dice: “Recién casados, a Paulina, que tenía talento para el piano, le ofrecieron tocar en una emisora, pero él no la dejó porque su lugar era la casa.” (p. 100). Tergiversación y falsedad. Paulina Rivera de Vidales dio clases de piano durante algunos años después de casada. Tuvo una activa vida social. Asociada con su hermana Valentina siguió un curso de mecánica dental y entre las dos arreglaron las dentaduras de todas las monjitas del Colegio de la Enseñanza, dejándolas con unas radiantes sonrisas de caballo y ganando, de paso, una pequeña fortuna. Estudió repujado del cuero con los Hermanos Maristas y además de hacer ella misma el suntuoso juego de comedor de nuestra casa, con reproducciones repujadas de Picasso y de Mattisse, hizo muebles igualmente magníficos para otros clientes de dinero. También en sociedad con Valentina modeló, durante años, bellas y diminutas muñequitas de algodón para usar como prendedores, que se vendían muy bien en los almacenes elegantes de Bogotá. En Chile participó en cursos de artesanía en textiles y en cerámica, hizo arreglos florales, practicó el yoga. Salía con mucha frecuencia de la casa, iba al cine con las amigas o las hermanas, asistía a conciertos, visitaba museos y exposiciones. Hizo sola dos viajes a la Argentina y Uruguay, y en compañía de una amiga realizó un largo viaje por Europa (España, Francia, Italia, Austria, Checoslovaquia, Polonia, Hungría). Fue cómplice de los hijos menores en sus artesanías de cerámica, sus pinturas, sus textiles. Escribió algunos cuentos (dos de los cuales se publicaron en Chile). Mientras vivimos en Colombia, antes del exilio chileno, tuvimos siempre empleadas domésticas y mi madre nunca tuvo que preparar comidas o hacer limpiezas. Durante el exilio chileno fuimos mi hermana mayor y yo quienes nos ocupamos de la mayoría de los quehaceres domésticos. Mi madre era inteligente, culta y completamente fiel a mi padre, pero de ninguna manera tenía un “temperamento tranquilo y resignado”, y definitivamente no pensaba que “su lugar era la casa”.

41, 42- “Aunque se declaraba un enamorado de las mujeres, y tuvo muchas amigas en su vida, prefería fantasear con ellas. Siempre fiel a la causa, se dice que no tuvo amantes porque el comunismo sólo toleraba la monogamia y tampoco aprobaba las separaciones y divorcios.” (p. 101). Falsedad y tergiversación. No prefería “fantasear”, prefería hablar con ellas de cosas razonables, porque se negaba a ver a la mujer como un simple objeto sexual, las quería como interlocutoras, con su propio cerebro y su propia personalidad. No tuvo amantes porque era monógamo, de la misma manera natural en que lo son los leones o los halcones, y de la misma manera natural en que otros hombres son polígamos. Por eso, a diferencia de esos hombres, Vidales tuvo verdaderas amigas, fenómeno que no cabe en el cerebro de muchos colombianos.

43- “A los que sí adoraba era a los animales, especialmente a los gatos y a su perrita pequinesa.” (p. 101). Error. No era perrita, era perrito y se llamaba Yuri.

44- “Igual admiraba a Maquiavelo, cuyos maquiavélicos principios exaltó en un extenso ensayo.” (p. 101). Insinuación mañosa. ¿Cuáles son esos maquiavélicos principios que Vidales exaltó? ¿Qué dijo Vidales en su “Defensa de Maquiavelo” (Notas para un juicio, Revista de las Indias, No. 8, agosto de 1939, pp. 30–52)? MVM omite esta información y deja al lector a merced de sus propios prejuicios contra Maquiavelo, el genio político más satanizado en la historia de Occidente. Lo que Vidales hace es, precisamente, intentar demostrar que esos prejuicios antimaquiavélicos son infundados, irracionales, monacales, clericales. En un suplemento dominical de El Tiempo (23 de junio de 1940), se publicó otro ensayo de Vidales titulado “De Nicolás maquiavelo a los Dictadores Totalitarios”. En él dice: “Maquiavelo surge hoy en todo el señorío de su pensamiento, como el mayor racionalista de una era que todavía conservaba en sus entrañas la ausencia de espíritu crítico de la Edad Media”. Y comentando la obra del genio florentino, dice que es “el análisis histórico más desprovisto de prejuicios que se haya conocido”. Luis Vidales es el primer pensador colombiano que llama la atención sobre la revolución intelectual que Maquiavelo encarna, como ideólogo del racionalismo científico frente al dogmatismo medieval, es decir, como el pensador que proclama que el arte de la política es el resultado de un proceso intelectual, de cálculos racionales, no el fruto de los caprichos de algún Dios. Por esos mismos años, el genio admirable de Antonio Gramsci escribía lo mismo en sus cuadernos de la cárcel, y se da el caso de que Vidales, en la aldea monacal y cretina de Bogotá, coincidía con Gramsci sin haber tenido la posibilidad de comunicarse con él (los textos gramscianos se publicaron recién en 1949, bajo el título Note sul Machiavelli, sulla politica e sullo Stato moderno, por la ed. Einaudi). Colombia debería sentirse orgullosa de haber parido un intelectual como Luis Vidales, en lugar de seguir arropando prejuicios mezquinos bajo las sotanas de los curas.

45- “Otra de sus grandes contradicciones la encontramos en el prólogo que escribió del libro Los Años veinte en Colombia, de Carlos Uribe Celis (1985). En su análisis se aprecia la enorme importancia que concedió Vidales, como estudioso de la ciencia económica, a la Misión Kemmerer, de 1923, que para él fue el punto de partida de la transformación del país de la etapa pastoril del siglo XIX al XX. Considera Vidales que los dos cambios dramáticos del siglo fueron esta misión y el Frente Nacional en 1958, lo que resulta paradójico, dada su postura de izquierda. No hay que olvidar que la misión Kemmerer, que aconsejó la creación de un banco estatal para la emisión monetaria, también fue duramente criticada por su orientación capitalista.” (p. 102). MVM muestra aquí una incomprensión absoluta de las categorías marxistas. Los marxistas apoyan el desarrollo capitalista contra el feudalismo y la sociedad semicolonial, y apoyan al socialismo contra el capitalismo. La misión Kemmerer impulsó el país hacia adelante, en contra de la Colombia semifeudal y semicolonial, y creó las condiciones para el desarrollo de un proletariado moderno, sin el cual no hay revolución socialista posible (al menos, según la ecuación de la Tercera Internacional).

46- “A León de Greiff a veces lo criticaba fuertemente y otras lo admiraba.” (p. 102). Confusión. Lo quería y lo admiraba como amigo leal y sincero. Pero no compartía sus criterios poéticos.

47- “Al periodista Osorio Lizarazo siempre lo consideró un resentido social y no le perdonó su colaboración con la dictadura de Trujillo, aunque fue muy generoso en sus juicios críticos sobre la novela Casa de vecindad.” (p. 102). Lo uno no impide lo otro, aquí no hay ninguna contradicción. Osorio Lizarazo era un buen escritor. Vidales fue también muy generoso cuando Osorio Lizarazo llegó a Chile, huyendo de Trujillo, después de haber sido su lacayo. Mi padre me lo explicó así: “A un desterrado hay que darle la oportunidad de que se redima de sus errores pasados y aliviarle su tragedia, porque el destierro es un infierno”. Y de verdad, Osorio Lizarazo sufría un verdadero infierno de vergüenza, rechazado por todos, aislado y en la pobreza.

Conclusión

Cuarenta y siete errores, omisiones e inconsecuencias en un texto de setenta párrafos, nos dan la bonita cifra promedio de un error por cada párrafo y medio (1,489). Por lo menos cinco de esos errores son muy graves, especialmente las omisiones del contexto histórico, político y social. Muy significativo es el hecho de que solamente uno de los cuarenta y siete errores puede considerarse “en beneficio” de Luis Vidales (cuando dice que el poeta fue estalinista “en su momento”). La norma del artículo es que los errores, omisiones e inconsecuencias están claramente parcializados en perjuicio del poeta.

La autora confunde presidentes, años y lugares. Da el título de general a un presidente civil, trata a una de las más ilustres figuras históricas del liberalismo como si fueran dos personas, ignora la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, hace afirmaciones sobre la vida íntima de las personas con la formulación “dicen que…” y sin citar fuentes, no sabe distinguir entre el cronista Tejada y el dibujante Rendón, sostiene que Vidales salió al exilio perseguido y al mismo tiempo “con un buen cargo diplomático”, afirma que Vidales era un confeso burgués que “disfrutaba de la vida burguesa”, y acto seguido informa que “no tuvo mayores apegos materiales”, confunde “fugaz” con “rápido”, “marginación” con “disidencia” y “ascendiente” con “ascendente”, ignora la diferencia entre la amistad y los principios, y no puede distinguir entre la estimación personal y el juicio literario crítico. Por tales razones, siempre estará condenada a considerar como una contradicción “sonora” (¿querrá decir “clamorosa”?) el hecho de que un marxista vote por convicción ideológica y táctica política, y no por amistad; y tampoco podrá entender jamás que admire y quiera a un amigo, aunque al mismo tiempo critique su literatura o su poesía. En suma, lo que el artículo pone de manifiesto no son las debilidades o inconsecuencias de Luis Vidales, sino las de la autora del texto.

Carlos Vidales