sábado, abril 15, 2006

NTC ... 225, Abril 14, 2.006. SEMANASANTIANDO …

NTC ... 225
Nos Topamos Con ...
Año 6. Cali, Viernes, Abril 14, 2.006
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SEMANASANTIANDO
VIERNES SANTO, DÍA DE LA CRUCIFIXIÓN
CONTENIDO
- 1 - “EL EVANGELIO SEGÚN JESUCRISTO”. FRAGMENTOS (sobre la Crucifixión)
- 2 - EL GRABADO (1) Y SU AUTOR
- 3 – SOBRE EL AUTOR DEL GRABADO, Mails de Carlos Vidales
- 4 - JESÚS Y YAHVÉ. Los nombres divinos. Por Harold Bloom
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- 1 - “EL EVANGELIO SEGÚN JESUCRISTO”
José Saramago (Nobel 1.998) . Alfaguara, Segunda edición, Noviembre de 1.998
EPIGRAFES, GRABADO y CAPITULO 1 y FRAGMENTO FINAL DEL ÚLTIMO CAPITULO (23)
EPIGRAFES
Al inicio del libro, en la página 9, aparecen estos dos epígrafes:
Puesto que ya muchos han intentado escribir la historia de lo sucedido entre nosotros, según que nos ha sido transmitido por los que, desde el principio, fueron testigos oculares y ministros de la palabra, me ha parecido también a mí después de informarme exactamente de todo desde los orígenes, escribirte ordenadamente, óptimo Teófilo, para que conozcas la firmeza de la doctrina que has recibido.
LUCAS, 1, 1-4
Quod scripsi, scripsi.
PILATOS
GRABADO (1)
En la totalidad la página 10 se reproduce un grabado sobre la CRUCIFIXIÓN al cual se refiere todo el Capítulo 1. En el libro no se menciona ni se identifica el autor de esta pintura (1).
CAPITULO 1 (págs. 11-19)
El sol se muestra en uno de los ángulos superiores del rectángulo, el que está a la izquierda de quien mira, representando el astro rey una cabeza de hombre de la que surgen rayos de aguda luz y sinuosas llamaradas, como una rosa de los vientos indecisa sobre la dirección de los lugares hacia los que quiere apuntar, y esa cabeza tiene un rostro que llora, crispado en un dolor que no cesa, lanzando por la boca abierta un grito que no podemos oír, pues ninguna de estas cosas es real, lo que tenemos ante nosotros es papel y tinta, nada más. Bajo el sol vemos un hombre desnudo atado a un tronco de árbol, ceñidos los flancos por un paño que le cubre las partes llamadas pudendas o vergonzosas, y los pies los tiene asentados en lo que queda de una rama lateral cortada. Sin embargo, y para mayor firmeza, para que no se deslicen de ese soporte natural, dos clavos los mantienen, profundamente clavados. Por la expresión del rostro, que es de inspirado sufrimiento, y por la dirección de la mirada, erguida hacia lo alto, debe de ser el Buen Ladrón. El pelo, ensortijado, es otro indicio que no engaña, sabiendo como sabemos que los ángeles y los arcángeles así lo llevan, y el criminal arrepentido está, por lo ya visto, camino de ascender al mundo de las celestiales creaturas. No será posible averiguar si ese tronco es aún un árbol, solamente adaptado, por mutilación selectiva, a instrumento de suplicio, pero que sigue alimentándose de la tierra por las raíces, puesto que toda la parte inferior de ese árbol está tapada por un hombre de larga barba, vestido con ricas, holgadas y abundantes ropas, que, aunque ha levantado la cabeza, no es al cielo adonde mira. Esta postura solemne, este triste semblante, sólo pueden ser los de José de Arimatea, dado que Simón de Cirene, sin duda otra hipótesis posible, tras el trabajo al que le habían forzado, ayudando al condenado en el transporte del patíbulo, conforme al protocolo de estas ejecuciones, volvió a su vida normal, mucho más preocupado por las consecuencias que el retraso tendría para un negocio que había aplazado que con las mortales aflicciones del infeliz a quien iban a crucificar. No obstante, este José de Arimatea es aquel bondadoso y acaudalado personaje que ofreció la ayuda de una tumba suya para que en ella fuera depositado aquel cuerpo principal, pero esta generosidad no va a servirle de mucho a la hora de las canonizaciones, ni siquiera de las beatificaciones, pues nada envuelve su cabeza, salvo el turbante con el que todos los días sale a la calle, a diferencia de esta mujer que aquí vemos en un plano próximo, de cabello suelto sobre la espalda curva y doblada, pero tocada con la gloria suprema de una aureola, en su caso recortada como si fuera un bordado doméstico. Sin duda la mujer arrodillada se llama María, pues de antemano sabíamos que todas cuantas aquí vinieron a juntarse llevan ese nombre, aunque una de ellas, por ser además Magdalena, se distingue onomásticamente de las otras, aunque cualquier observador, por poco conocedor que sea de los hechos elementales de la vida, jurará, a primera vista, que la mencionada Magdalena es precisamente ésta, pues sólo una persona como ella, de disoluto pasado, se habría atrevido a presentarse en esta hora trágica con un escote tan abierto y un corpiño tan ajustado que hace subir y realzar la redondez de los senos, razón por la que, inevitablemente, en este momento atrae y retiene las miradas ávidas de los hombres que pasan, con gran daño de las almas, así arrastradas a la perdición por el infame cuerpo. Es, con todo, de compungida tristeza, su expresión, y el abandono del cuerpo no expresa sino el dolor de un alma, ciertamente oculta en carnes tentadoras, pero que es nuestro deber tener en cuenta, hablamos del alma, claro, que esta mujer podría estar enteramente desnuda, si en tal disposición hubieran decidido representarla, y aun así deberíamos mostrarle respeto y homenaje. María Magdalena, si ella es, ampara, y parece que va a besar, con un gesto de compasión intraducible en palabras, la mano de otra mujer, ésta sí, caída en tierra, como desamparada de fuerzas o herida de muerte. Su nombre es también María, segunda en el orden de presentación, pero, sin duda, primerísima en importancia, si algo significa el lugar central que ocupa en la región inferior de la composición. Fuera del rostro lacrimoso y de las manos desfallecidas, nada se alcanza a ver de su cuerpo, cubierto por los pliegues múltiples del manto y de la túnica, ceñida a la cintura por un cordón cuya aspereza se adivina. Es de más edad que la otra María, y es ésta una buena razón, probablemente, aunque no la única, para que su aureola tenga un dibujo más complejo, así, al menos, se hallaría autorizado a pensar quien no disponiendo de informaciones precisas acerca de las precedencias, patentes y jerarquías en vigor en este mundo, se viera obligado a formular una opinión. No obstante, y teniendo en cuenta el grado de divulgación, operada por artes mayores y menores, de estas iconografías, sólo un habitante de otro planeta, suponiendo que en él no se hubiera repetido alguna vez, o incluso estrenado, este drama, sólo ese ser, en verdad inimaginable, ignoraría que la afligida mujer es la viuda de un carpintero llamado José y madre de numerosos hijos e hijas, aunque sólo uno de ellos, por imperativos del destino o de quien lo gobierna, haya llegado a prosperar, en vida de manera mediocre, rotundamente después de la muerte. Reclinada sobre su lado izquierdo, María, madre de Jesús, ese mismo a quien acabamos de aludir, apoya el antebrazo en el muslo de otra mujer, también arrodillada, también María de nombre, y en definitiva, pese a que no podamos ver ni imaginar su escote, tal vez la verdadera Magdalena. Al igual que la primera de esta trinidad de mujeres, muestra la larga cabellera suelta, caída por la espalda, pero estos cabellos tienen todo el aire de ser rubios, si no fue pura casualidad la diferencia de trazo, más leve en este caso y dejando espacios vacíos entre los mechones, cosa que, obviamente, sirvió al grabador (1) para aclarar el tono general de la cabellera representada. No pretendemos afirmar, con tales razones, que María Magdalena hubiese sido, de hecho, rubia, sólo estamos conformándonos a la corriente de opinión mayoritaria que insiste en ver en las rubias, tanto en las de natura como en las de tinte, los más eficaces instrumentos de pecado y perdición. Habiendo sido María Magdalena, como es de todos sabido, tan pecadora mujer, perdida como las que más lo fueron, tendría también, que ser rubia para no desmentir las convicciones, para bien y para mal adquiridas, de la mitad del género humano. No es, sin embargo, porque parezca esta tercera María, en comparaci6n con la otra, más clara de tez y tono de cabello, por lo que insinuamos y proponemos, contra las aplastantes evidencias de un escote profundo y de un pecho que se exhibe, que ésta sea la Magdalena. Otra prueba, ésta fortísima, robustece y afirma la identificaci6n, es que la dicha mujer, aunque un poco amparando, con distraída mano, a la extenuada madre de Jesús, levanta, sí, hacia lo alto la mirada, y esa mirada, que es de auténtico y arrebatado amor, asciende con tal fuerza que parece llevar consigo al cuerpo todo, todo su ser carnal, como una irradiante aureola capaz de hacer palidecer el halo que ya rodea su cabeza y reduce pensamientos y emociones. Sólo una mujer que hubiese amado tanto como imaginamos que María Magdalena amó, podría mirar de esa manera, con lo que, en definitiva, queda probado que es ésta, sólo ésta y ninguna otra, excluida pues la que a su lado se encuentra, María cuarta, de pie, medio alzadas las manos, en piadosa demostración, pero de mirada vaga, haciendo compañía, en este lado del grabado, a un hombre joven, poco más que adolescente, que de modo amanerado flexiona la pierna izquierda, así, por la rodilla, mientras su mano derecha, abierta, muestra en una actitud afectada y teatral al grupo de mujeres a quienes correspondió representar, en el suelo, la acción dramática. Este personaje, tan joven, con su pelo ensortijado y el labio trémulo, es Juan. Igual que José de Arimatea, también esconde con el cuerpo el pie de este otro árbol que, allá arriba, en el lugar de los nidos, alza al aire a un segundo hombre desnudo, atado y clavado como el primero, pero éste es de pelo liso, deja caer la cabeza para mirar, si aún puede, el suelo, y su cara, magra y escuálida, da pena, a diferencia del ladrón del otro lado, que incluso en el trance final, de sufrimiento agónico, tiene aún valor para mostramos un rostro que fácilmente imaginamos rubicundo, muy bien debía de irle la vida cuando robaba, pese a la falta que hacen los colores aquí. Flaco, de pelo liso, la cabeza caída hacia la tierra que ha de comerlo, dos veces condenado, a la muerte y al infierno, este mísero despojo sólo puede ser el Mal Ladrón, rectísimo hombre en definitiva, a quien le sobró conciencia para no fingir que creía, a cubierto de leyes divinas y humanas, que un minuto de arrepentimiento basta para redimir una vida entera de maldad o una simple hora de flaqueza. Sobre él, también clamando y llorando como el sol que en- frente está, vemos la luna en figura de mujer, con una incongruente arracada adornándole la oreja, licencia que ningún artista o poeta se habrá permitido antes y es dudoso que se haya permitido después, pese al ejemplo. Este sol y esta luna iluminan por igual la tierra, pero la luz ambiente es circular, sin sombras, por eso puede ser visto con tanta nitidez lo que está en el horizonte, al fondo, torres y murallas, un puente levadizo sobre un foso donde brilla el agua, unos frontones góticos, y allí atrás, en lo alto del último cerro, las aspas paradas de un molino. Aquí más cerca, por la ilusi6n de la perspectiva, cuatro caballeros con yelmo, lanza y armadura hacen caracolear las monturas con alardes de alta escuela, pero sus gestos sugieren que han llegado al fin de su exhibición, están saludando, por así decir, a un público invisible. La misma impresión de final de fiesta nos es ofrecida por aquel soldado de infantería que da ya un paso para retirarse, llevando suspendido en la mano derecha, lo que, a esta distancia, parece un paño, pero que también podría ser manto o túnica, mientras otros dos militares dan señales de irritaci6n y despecho. si es posible, desde tan lejos, descifrar en los minúsculos rostros un sentimiento como el de quien jugó y perdió. Por encima de estas vulgaridades de milicia y de ciudad amurallada, planean cuatro ángeles, dos de ellos de cuerpo entero, que lloran y protestan, y se duelen, no así uno de ellos, de perfil grave, absorto en el trabajo de recoger en una copa, hasta la última gota, el chorro de sangre que sale del costado derecho del Crucificado. En este lugar, al que llaman Gólgota, muchos son los que tuvieron el mismo destino fatal, y otros muchos lo tendrán luego, pero este hombre, desnudo, clavado de pies y manos en una cruz, hijo de José y María, Jesús de nombre, es el único a quien el futuro concederá el honor de la mayúscula inicial, los otros no pasarán nunca de crucificados menores. Es él, en definitiva, este a quien miran José de Arimatea y María Magdalena, este que hace llorar al sol y a la luna, este que hoy mismo alabó al Buen Ladrón y despreció al Malo, por no comprender que no hay diferencia entre uno y otro, o, si la hay, no es ésa, pues el Bien y el Mal no existen en sí mismos, y cada uno de ellos es sólo la ausencia del otro. Tiene sobre la cabeza, que resplandece con mil rayos, más que el sol y la luna juntos, un cartel escrito en romanas letras que lo proclaman Rey de los Judíos, y, ciñéndola, una dolorosa corona de espinas, como la llevan, y no lo saben, quizá porque no sangran fuera del cuerpo, aquellos hombres a quienes no se permite ser reyes de su propia persona. No goza Jesús de un descanso para los pies, como lo tienen los ladrones, y todo el peso de su cuerpo estaría suspenso de las manos clavadas en el madero si no le quedara un resto de vida, la suficiente para mantenerlo erguido sobre las rodillas rígidas, pero pronto se le acabará, la vida, y continuará la sangre brotándole de la herida del pecho, como queda dicho. Entre las dos cuñas que aseguran la verticalidad de la cruz, como ella introducidas en una oscura hendidura del suelo, herida de la tierra no más incurable que cualquier sepultura de hombre, hay una calavera, y también una tibia y un omoplato, pero la calavera es lo que nos importa, porque es eso lo que Gólgota significa, calavera, no parece que una palabra sea lo mismo que la otra, pero alguna diferencia notaríamos entre ellas si en vez de escribir calavera y Gólgota escribiéramos gólgota y Calavera. No se sabe quién puso aquí estos restos y con qué fin lo hizo, si es sólo un irónico y macabro aviso a los infelices supliciados sobre su estado futuro, antes de convertirse en tierra, en polvo, en nada. Hay quien también afirme que éste es el cráneo de Adán, ascendido del negror profundo de las capas geológicas arcaicas, y ahora, porque a ellas no puede volver, condenado eternamente a tener ante sus ojos la tierra, su único paraíso posible y para siempre perdido. Atrás, en el mismo campo donde los jinetes ejecutan su última pirueta, un hombre se aleja, volviendo aún la cabeza hacia este lado. Lleva en la mano izquierda un cubo, y una caña en la mano derecha. En el extremo de la caña debe de haber una esponja, es difícil verlo desde aquí, y el cubo, casi apostaríamos, contiene agua con vinagre. Este hombre, un día y después para siempre, será víctima de una calumnia, la de, por malicia o por escarnio, haberle dado vinagre a Jesús cuando él pidió agua, aunque lo cierto es que le dio la mixtura que lleva, vinagre y agua, refresco de los más soberanos para matar la sed, como en su ,tiempo se sabía y practicaba. Se va, pues, no se queda hasta el final, hizo lo que podía para aliviar la sequedad mortal de los tres condenados, y no hizo diferencia entre Jesús y los Ladrones, por la simple razón de que todo esto son cosas de la tierra, que van a quedar en la tierra, y de ellas se hace la única historia posible.
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FRAGMENTO FINAL DEL ÚLTIMO CAPITULO -23- (Págs. 509 a 514)
“ … . Pilatos sólo conocía dos especies de acusados, los que bajaban los ojos y los que de ellos se servían como carta de desafío, a los primeros los despreciaba, a los segundos los temía siempre un poco, y por eso los condenaba más deprisa. Pero éste estaba allí y era como si no estuviera, tan seguro de sí como si fuese, de hecho y de derecho, una real persona, a quien, por ser todo esto un deplorable malentendido, no tardarían en restituirle la corona, el manto y el cetro. Pilatos acabó concluyendo que lo más apropiado sería incluir a este preso en la segunda especie, y juzgarlo en conformidad, así que pasó al interrogatorio de inmediato, Hombre, cómo te llamas, Jesús, hijo de José, nací en Belén de Judea, pero me conocen como Jesús de Nazaret porque en Nazaret de Galilea viví, Tu padre, quién era, Ya lo he dicho, su nombre era José, Qué oficio tenía, Carpintero, Explícame entonces cómo salió de un José carpintero un Jesús rey, Si un rey puede hacer hijos carpinteros, un carpintero debe poder hacer hijos reyes. En este momento intervino un sacerdote de los principales, diciendo, Te recuerdo, Pilatos, que este hombre dijo también que es hijo de Dios, No es verdad, sólo digo que soy hijo del Hombre, respondió Jesús, y el sacerdote, Pilatos, no te dejes engañar, en nuestra religión da lo mismo decir hijo del Hombre que hijo de Dios. Pilatos hizo un gesto de indiferencia con la mano, Si anduviera por ahí pregonando que es hijo de Júpiter, el caso, teniendo en cuenta otros que antes hubo, me interesaría, pero que sea o no sea hijo de vuestro dios me tiene sin cuidado, Júzgalo entonces por decir que es rey de los Judíos, que eso es bastante para nosotros, Falta saber si lo será también para mí, respondió Pilatos, malhumorado. Jesús esperaba tranquilamente el final del diálogo y la reanudación del interrogatorio, Qué dices tú que eres, preguntó el procurador, Digo lo que soy, rey de los Judíos, Y qué es lo que pretende ese rey de los Judíos que dices ser, Todo lo que es propio de un rey, Por ejemplo, Gobernar a su pueblo y protegerlo, Protegerlo de qué, De todo cuanto esté contra él, Protegerlo de quién, De todos cuantos estén contra él, Si no entiendo mal, lo protegerías de Roma, Has entendido bien, Y para protegerlo atacarías a los romanos, No hay otra manera, Y nos expulsarías de estas tierras, Una cosa lleva a la otra, evidentemente, Luego eres enemigo de César, Soy rey de los Judíos, Confiesa que eres enemigo de César, Soy rey de los Judíos, y mi boca no se abrirá para decir otra palabra. Exultante, el sacerdote alzó las manos al cielo, Ves, Pilatos, él confiesa, y tú no puedes dejar que se vaya de aquí a salvo quien, ante testigos, se declaró contra ti y contra el César. Pilatos suspiró, le dijo al sacerdote, Cállate, y, volviéndose a Jesús, preguntó, Qué más tienes que decir, Nada, respondió Jesús, Me obligas a condenarte, Cumple con tu deber, Quieres elegir tu muerte,:Ya la he elegido, Cuál, La cruz, Morirás en la cruz. Los ojos de Jesús, por fin, buscaron los ojos de Pilatos y se clavaron en él, Puedo pedirte un favor, preguntó, Si no va contra la sentencia que has oído, Te pido que mandes poner encima de mi cabeza una leyenda en que quede dicho, para que me conozcan, quién soy y qué soy; Nada más, Nada más. Pilatos hizo una señal a un secretario, que le trajo el material de escritura, y con su propia mano, escribió Jesús de Nazaret Rey de los Judíos. El sacerdote, que estaba entregado a su alegría, se dio cuenta ahora de lo que ocurría y protestó, No puedes escribir Rey de los Judíos, pero sí Que Se Decía Rey de los Judíos, pero Pilatos estaba furioso consigo mismo, le parecía que tendría que haber dejado en paz a aquel hombre, pues hasta el más puntilloso de los jueces sería capaz de ver que ningún mal podría llegarle a César de un enemigo como aquél, y fue por esto por lo que respondió secamente, No me molestes, lo escrito, escrito está. Hizo una señal a los soldados para que se llevaran de allí al condenado y mandó que trajeran agua para lavarse las manos, como era costumbre después de dictar sentencia.
Se llevaron a Jesús hacia un cerro al que llamaban Gólgota, y como ya le iban flaqueando las piernas bajo el peso del madero, pese a su robusta complexión, mandó el centurión comandante que un hombre que iba de paso y se paró un momento a mirar el desfile, tomara cuenta de la carga. De abucheos y empujones ya se dio antes noticia, como de la multitud que los lanzaba. También de la rara piedad. En cuanto a los discípulos, ésos andaban por ahí, ahora mismo una mujer acaba de interpelar a Pedro, No eras tú uno de los que andaban con él, y Pedro respondió, Yo, no, y habiendo dicho esto, se escondió detrás de todos, pero allí volvió a verlo la misma mujer y otra vez le dijo, Yo, no, y como hay dos sin tres, siendo la de tres la cuenta que Dios hizo, aún fue Pedro por tercera preguntado, y por tercera vez respondió, Yo, no. Las mujeres suben al lado de Jesús, unas aquí, otras allí, y María de Magdala es la que más cerca va, pero no puede aproximarse porque no se lo permiten los soldados, como no dejarán pasar a nadie por las proximidades del lugar donde están levantadas tres cruces, dos ocupadas ya por hombres que gritan y claman y lloran, y la tercera, en medio, esperando a su hombre, derecha y vertical como una columna sustentando el cielo. Dijeron los soldados a Jesús que se tumbase, y él se tumbó, le pusieron los brazos abiertos sobre el patíbulo, y cuando el primer clavo, bajo el golpe brutal del martillo, le perforó la muñeca por el intervalo entre los dos huesos, el tiempo huyó hacia atrás en un vértigo instantáneo, y Jesús sintió el dolor como su padre lo sintió, se vio a sí mismo como lo había visto a él, crucificado en Séforis, después la otra muñeca, y luego la primera dilaceración de las carnes estiradas cuando el patíbulo empezó a ser izado a sacudidas hacia lo alto de la cruz, todo su peso suspendido de los frágiles huesos, y fue como un alivio cuando le empujaron las piernas hacia arriba y un tercer clavo le atravesó los calcañares, ahora ya no hay nada más que hacer, es sólo esperar la muerte.
Jesús muere, muere, y ya va dejando la vida, cuando de pronto: el cielo se abre de par en par por encima de su cabeza, y Dios aparece, vestido como estuvo en la barca, y su voz resuena por toda la tierra diciendo, Tú eres mi Hijo muy amado, en ti pongo toda mi complacencia. Entonces comprendió Jesús que vino traído al engaño como se lleva al cordero al sacrificio, que su vida fue trazada desde el principio de los principios, para morir así, y, trayéndole la memoria el río de sangre y de sufrimiento que de su lado nacerá e inundará toda la tierra, clamó al cielo abierto donde Dios sonreía, Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo. Luego se fue muriendo en medio de un sueño, estaba en Nazaret y oía que su padre le decía, encogiéndose de hombros y sonriendo también, Ni yo puedo hacerte todas las preguntas, ni tú puedes darme todas las respuestas. Aún había en él un rastro de vida cuando sintió que una esponja empapada en agua y vinagre le rozaba los labios, y entonces, mirando hacia abajo, reparó en un hombre que se alejaba con un cubo y una caña al hombro. Ya no llegó a ver, colocado en el suelo, el cuenco negro sobre el que su sangre goteaba.
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- 2 - EL GRABADO (1) Y SU AUTOR
LA CRUCIFIXIÓN (Semanasantiando …. )
¡¡¡EUREKA!!!
Mientras sigamos hacia adelante,
- oteando “la eternidad que viene” -
Siempre, viendo en popa,
como que miraremos hacia atrás …
-oteando “la eternidad que fué”
Y en ambas direcciones,
asombrados,
Nos Toparemos Con
Bellas e inolvidables cosas …
O con las crueldades de la historia o la ficción ….
Por estos días, semanasantiando,
Y en especial hoy, Día de La Crucifixión (que no La Cruci-ficción)
Hemos mirado hacia aquel final feliz de 1.998
Cuando José Saramgo recibió el Nobel.
Y cuando, con fiebres altas,
Nos sumergimos en sus obras ….
Y por aquello de la Crucifixión
Volvimos a tomar, hoy, en nuestras manos,
“EL EVANGELIO SEGÚN JESUCRISTO”
Y volvimos a revisar algunos de sus textos …
Y las fiebres volvieron a subir!!!
Y en especial nos volvimos a preguntar, como en 1.998,
¿De quién es la pintura que aparece al inicio de la obra? (pág. 10)**
y la cual describe y analiza Saramago en todo el capítulo primero.
“… lo que tenemos ante nosotros es papel y tinta, nada más.”, dice.
Y sólo hoy, muy de madrugada, nos embarcamos a buscar en Internet
Aquella pintura y su autor…
Y la encontramos… ( no fue muy fácil)
Y la compartimos.
Hela aquí:
LA CRUCIFIXIÓN http://www.cts.edu/ImageLibrary/Images/durer/durecrua.gif (1)
Y su autor es Albrecht Dürer(Núremberg, 21 de mayo de 1471 - 6 de abril de 1528) (2)
Un detalle de la pintura http://www.cts.edu/ImageLibrary/Images/durer/durecrub.gif (1)
Matriz general http://www.cts.edu/ImageLibrary/durer.cfm
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Y se sugiere ver y oir (en especial lo referido a la CRUCIFIXIÓN, en donde hay otra pintura de Dürer sobre la Crucifixión)
THE FREEDOM OF A CHRISTIAN
Luther considered through the Eyes of Dürer and the Ears of Bach
http://www.bc.edu/bc_org/avp/cas/ashp/oconnor/freedom/pcpage.html
Welcome! We hope that this page will prove useful as a guide to Albrecht Dürer's Large Passion series and J.S. Bach's St. Matthew's Passion, especially used in conjunction with a reading of Martin Luther's The Freedom of a Christian.
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** Alfaguara, 1.998
(1) Se puede ampliar.
(2) http://es.wikipedia.org/wiki/Durero (OJO, sobre el autor)
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Buen provecho y que piensen en el INRI … . (¿Por qué Saramago no mencina ni da crédito al autor de la pintura?)
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- 3 - ALBERTO DURERO
Mails de Carlos Vidales
carlos@bredband.net desde Estocolmo. Abril 13 y 14, 2.006. Los agradecemos.
Como Alberto Durero se distingue por ser un magnífico grabador (entre otras habilidades artísticas), sus magistrales grabados iluminan con frecuencia las portadas de libros editados en Europa. Recuerdo haber leído, con fruición, la breve novela del siciliano Leonardo Sciascia "El Caballero y la Muerte", con una portada de Durero que se puede ver aquí http://www.ibiblio.org/wm/paint/auth/durer/engravings/knight.jpg y que me inspiró hasta el punto de obligarme a visitar varios museos de Europa en busca de más grabados y pinturas de Durero. El grabado que estoy comentando se titula "El Caballero, la Muerte y el Diablo".
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Bueno, pues aprovecho un poquito el retiro de este Viernes Santo (ya para sábado), y agrego que Durero (1471-1528), nació y vivió durante casi toda su vida artística en Nuremberg, Alemania. Es el más alto exponente del Renacimiento nórdico. Sus grabados son incomparables. Sus pinturas al óleo son magníficas y sus temas, además de los motivos religiosos, son característicos del humanismo nórdico de la época. Mucho me gusta, por la ternura que encierra, su retrato de "Una liebre joven", http://www.artehistoria.com/frames.htm?http://www.artehistoria.com/genios/cuadros/3903.htm un bello animalito que se mantiene sentado, temblando de miedo, ante el pintor. Los retratos de Durero son magistrales (incluidos sus autorretratos) y anticipan o evocan el trazo fino y el manejo de la luz que va a ser tan característico de los grandes pintores flamencos.
Un rasgo muy interesante de Durero consiste en que él anotaba siempre, con detalle, el proceso de creación de cada cuadro, cada acuarela, cada grabado, Esto hace de él un historiador de su arte (un "autohistoriador") y también un literato, porque algunas de sus anotaciones son de indudable valor literario. Una acuarela suya, inspirada por un sueño (una pesadilla), evoca una explosión nuclear. Este sueño apocalíptico está descrito en detalle por el propio Durero. Encontrarán la acuarela y la descripción del sueño en esta dirección: http://gallery.euroweb.hu/html/d/durer/2/16/2/12dream.html . Es impresionante.
Otros de sus bocetos anticipan genialmente a Goya. Aquí envío enlaces excelentes para los que quieran ver las magníficas pinturas y los insuperables grabados de este tremendo artista. Y además incluyo el bello retrato de la Liebre Joven y al Autorretrato de cuando el pintor tenía 28 años.
http://www.artchive.com/artchive/D/durer.html
http://www.abcgallery.com/D/durer/durer.html
http://www.geocities.com/eleonoreweil/durerus/
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- 4 - JESÚS Y YAHVÉ. Los nombres divinos. Por Harold Bloom
Jesús y Yahvé, por Harold Bloom
El autor aborda ambas figuras religiosas como invenciones del genio de la escritura
Fuente: Razón Atea .Un espacio para dudar. Ateos, agnósticos, escépticos. Reflexión, ensayo, debate. Arte y literatura.
http://razonatea.blogspot.com/2006/03/jess-y-yahv-por-harold-bloom.html Martes, marzo 07, 2006
MADRID- En este tiempo en que lo sagrado, venga de donde venga, parece tener bula frente a la libertad de expresión y pensamiento, el crítico estadounidense Harold Bloom (Nueva York, 1930) http://es.wikipedia.org/wiki/Harold_Bloom desafía la física de los fanáticos y los papanatas con un libro como Jesús y Yahvé. Los nombres divinos (Taurus) http://www.taurus.santillana.es/ld.php?id=545 (1) . En este nuevo ensayo, el autor de El canon occidental eleva ambas divinidades al terreno del personaje literario y las enfrenta a otros como Hamlet o el Quijote. Los evangelistas, o, como lo denomina Bloom, el escritor J, autor de la Biblia hebrea, tenían, en algunos casos, destreza literaria y todos una imaginación desbordante. De su mano y su cabeza se conformaron auténticos modos de vida, códigos morales, historias en las que creer hasta para desafiar a las nuevas tecnologías que a punto estuvieron de fallar en la videoconferencia que conectó al escritor desde la Fundación Gabarrón, en Nueva York, con la sede del Grupo Santillana, en Madrid.
Se vencieron las dificultades y Bloom se explayó sobre lo divino y lo humano, dando guerra. Comentó que Jesús y Yahvé. Los nombres divinos había sido un libro polémico en Estados Unidos, analizó el lenguaje críptico de Jesús, azuzó a Bush, "el peor presidente de nuestra historia", dijo, y explicó que sus compatriotas habían construido un Cristo americano: "La mayoría de los creyentes en mi país está convencido de que Jesucristo hablaba inglés, aunque no llegan al punto de Bush, que se comunica directamente con él, cree que está afiliado al Partido Republicano y que es accionista de una de nuestras grandes empresas".
No quería hablar de política pero se metía él solo en el charco. Y, por supuesto, destiló otras provocaciones bien lúcidas que están desarrolladas de manera amplia en el libro, como su teoría de la Santa Trinidad http://razonatea.blogspot.com/2005/12/el-disparate-del-dogma-de-la-trinidad.html : "En realidad, es una manera de encubrir el politeísmo cristiano, porque son tres dioses de lo que hablamos. Yo creo que es mejor que lo admitan abiertamente".
También hubo cera para los evangelistas. "El autor del Evangelio según san Marcos fue un pésimo escritor, uno de los peores de la historia, aunque tenía una gran imaginación. Han sido las traducciones las que han mejorado el original", apuntó Bloom. Aunque le concede el mérito de haber creado un gran personaje: "El Jesús de san Marcos está lleno de dudas, duda de su propia condición", afirma el crítico, y ahí entronca con don Quijote y con Hamlet, aunque también con el Héctor de Homero, antes de enfrentarse a Aquiles. "Probablemente conociera a los clásicos griegos", sostiene Bloom.
El poeta William Blake http://es.wikipedia.org/wiki/William_Blake ha sido una de las grandes inspiraciones de su ensayo. "La teoría de Blake de distintas formas de culto a partir del caos poético, que él desarrolla en Las puertas del paraíso, está en el origen de este libro", afirma el crítico.
Como judío, no oculta su predilección en las páginas del libro por Yahvé. "Es un personaje humano, demasiado humano, y eso me hace conectar mejor con él", asegura. Aunque no implica que crea o no en su mensaje. Ni siquiera que Bloom tenga fe en alguno de estos personajes literarios. "Cuando me preguntan si soy creyente, creo que es una cuestión mal planteada, no es coherente. Cuando alguien lo hace no sé a qué se refiere. Si se lo plantean a un judío, no es lo mismo que a un cristiano. Un cristiano tiene fe; un judío, confianza en Yahvé, y yo no la tengo".
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Publicado en El País de Madrid, el 07-03-2006 .
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Ver también: ¿Dónde ponemos a la religión? http://razonatea.blogspot.com/2005/10/dnde-ponemos-la-religin.html y El conflicto irresoluble http://razonatea.blogspot.com/2005/10/el-conflicto-irresoluble.html .
publicado por Fernando G. Toledo a las 2:25 PM
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