jueves, diciembre 14, 2006

NTC ... 250 A . Dic.14, 2.006 "LUIS VIDALES: una vida ..."

LUIS VIDALES: UNA VIDA DE SONORAS CONTRADICCIONES (1) .
Por Maryluz Vallejo Mejía* (D)

LUIS VIDALES: UNA VIDA DE SONORAS CONTRADICCIONES (1) .
Por Maryluz Vallejo Mejía* (D)

Tomado de: Luis Vidales: una vida de sonoras contradicciones. Unicarta http://www.unicartagena.edu.co/contuni01.htm. Universidad de Cartagena. No. 101, p. 91 - 103, 2004. (Transcribimos aquí todo el texto).

Escaneó, reprodujo y difunde (Dic. 28 y 29, 2.006) : NTC … Nos Topamos Con … http://ntcblog.blogspot.com/ , ntc@andinet.com, ntcgra@gmail.com , gracias a copia en CD de las imágenes de las páginas de Unicarta que gentilmente nos envió y proporcionó la Doctora Raquel Miranda A., Jefe de la Biblioteca de la U. de Cartagena. Agradecemos también a la Dra. Maryluz Vallejo quien previamente nos había informado sobre la existencia de este texto y de su publicación en Unicarta.

PRIMERA ENTREGA, páginas 91, 92 y 93


Entradilla:

En el año 2000, silenciosamente, se celebró el centenario de nacimiento en Calrcá de quien fuera más conocido como el poeta de "Suenan Timbres" que como apasionado periodista de izquierda.

En esta semblanza lo vemos transformar sus ideas románticas de comunista de los años veinte, compartidas con Luis Tejada, en rígidos preceptos del naciente Partido Comunista de los años treinta, cuando se fustigaba desde el periódico El Bolchevique a Jorge Eliécer Gaitán, a quien llamó loco desmelenado. Pero en los cuarenta se volvió furibundo gaitanista desde el periódico Jornada y tras un largo silencio reapareció a finales de los setenta como victima del Estatuto de Seguridad de Turbay, hasta morir en su ley de ortodoxo comunista, poco después del derrumbe del sistema soviético.

Para Vidales dejaron de "sonar timbres" el 14 de junio de 1990 debido a un paro cardíaco. Aunque como ateo siempre sostuvo que la muerte no existía porque la materia se trasformaba, abandonó su cuerpo terrenal y dejó una pequeña masa de energía en la cama de su apartamento de Teusaquillo. Su hijo Leonardo, como todas las noches, le había preparado la misma comida que él consumía al amanecer como en un ritual: dos alas de pollo cocidas, tostadas y Cocacola (escueta alimentación para quien aprendió a cocinar en París y preparaba cuatro clases de omelets y gulash). La mañana del 15 de junio, doña Flor, la portera del edificio, presintió algo raro cuando vio que el maestro no había recogido los periódicos.

La pena de su muerte fue doble para los amigos que esa tarde tuvieron que interrumpir la transmisión del Mundial de Fútbol de Italia .Pero más penosos fueron para el maestro esos últimos días, esos últimos meses. Él, ciegamente confiado en que el comunismo pronto se impondría en el mundo como sistema político, fue testigo de la caída del Muro de Berlín y del desplome de la URSS en 1989. Y como murió siendo contradictorio, expresó su admiración por Gorbachov y la Perestroika, pese a que contravenían los principios socialistas. Consideraba que la Perestroika era el suceso más extraordinario de los últimos tiempos, y que Gorbachov era admirable porque trataba de limpiarle un poco el alma a los que estaban podridos.

Recordaba tiempo atrás el ya fallecido Gilberto Vieira, que Vidales era tan firme en sus posiciones como sus copartidarios: "Todos mirábamos a la URSS como una garantía de paz ante una amenaza de tercera guerra mundial termonuclear, hasta que vino la crisis del comunismo. Pero la verdad es que con la política de paz de la Unión Soviética se evitó esa tercera guerra, y eso es lo que nosotros apoyábamos. Cuando vino la crisis de Checoslovaquia, Vidales escribió un extenso poema sobre ese pueblo, que no ha sido publicado. A mí me lo leyó: se refería a la crisis interna del partido comunista antes de la Primavera de Praga".

Sin embargo, cabe pensar que Vidales no llegó a estar muy consciente de la trascendencia histórica de los hechos que se sucedieron poco antes de su muerte. El 20 de junio de 1990, cuando se publicó en El Tiempo una nota necrológica sobre Luis Vidales Jaramillo, el editorial se refería a la eliminación de la palabra socialismo en la República Democrática Alemana, "que

Imagen: LAS VECINAS (detalle). Eladio Gil Z. (B) / TÉCNICA: Óleo sobre lienzo

se convierte en un estado de derecho libre, democrático, en el que se reconoce la propiedad privada". Irónicamente, el editorialista subrayaba:

"Así pasan las glorias comunistas. A la rigidez estalinista sucede una apertura liberal por medio de la cual quiere hacerse borrón y cuenta nueva. Se acaban, inclusive, las prebendas para los artistas del pueblo, esos permanentes aprovechados de los dineros oficiales para hacer realismo socialista en teatro, pintura, ballet, novela, poesía, etc. Ya no habrá más protegidos estéticos ni artísticos del régimen. Que se defiendan como puedan con los únicos medios de su profesionalismo.”

Bien revueltos también debieron quedar los huesos de Vidales, confeso estalinista en su momento. Lo cierto es que nadie hizo menciones de mal gusto sobre su militancia política, aunque él, cada que tenía oportunidad, se reconocía como el marxista más viejo de Colombia (olvidando a sus copartidarios Gilberlo Vieira, Gerardo Molilla y Jorge Regueros Peralta, entre otros sobrevivientes en esa época). A la hora de su muerte los periódicos prefirieron recordarlo como "el poeta que escandalizó al país en la década del veinte".

Él, que pensaba en la soledad como un embeleco de los poetas "porque mientras uno tenga el cerebro lleno de muchedumbres no puede sentirse solo, y a mí lo que más me gusta es estar con la gente", pasó solo su última noche de navidad. Había comprado pavo y había convidado a sus amigos íntimos José Luis Díaz Granadas y Armando Orozco, entre otros, pero no fueron. Con ellos quería compartir la noticia de su partida de nacimiento que por fin había aparecido, y en la que figuraba la fecha del 26 de julio de 1900, no de 1904, como siempre había creído. Todo se explica porque durante la guerra de los Mil Días a los liberales les tenían prohibido entrar a las iglesias, y a los padres de Vidales les tocó esperar a que la guerra concluyera para bautizar a la criatura. Como el sismo que asoló Calarcá a comienzos de 1999 no dejó papel sobre papel, no se podrán verificar los documentos originales, pero los rastros de su biografía parecen indicar que el poeta nació con el siglo que terminó.

Una semana antes de morir, su amiga María Mercedes Carranza lo llamó para proponerle un homenaje en la Casa Silva. El maestro contestó que no, porque los médicos le prohibían salir. Fue la última tentativa para que leyera sus "Poemas de la despedida", que tenía bien guardados desde años atrás. El dijo que había escrito el libro como "un niño inocente de 83 años que cuenta cómo le ha parecido el espectáculo del mundo. Es horrible, pero es mi testamento. Es lo que yo siento siendo un niño de una pureza tremenda. Todos los poetas somos niños. Lo meto dentro de un sobre lacrado y digo que no lo abran sino hasta después de mi muerte".

Ese niño se crió en la gigantesca hacienda de su abuelo materno, un patriarca antioqueño de apellidos Jaramillo Estrada. Después su padre, que era maestro, lo llevó a vivir a Calarcá.

"Mi padre era un hombre admirable. Lo recuerdo rodeado de alumnos, serio y cariñoso al mismo tiempo, hablando de muchas cosas, de Pestalozzi, cuyas ideas sobre la educación respetaba y seguía fielmente, de la Revolución Francesa, de Rosseau. Era un radical. Luego de graduarse en el San Simón, de Ibagué se fue para Calarcá, donde abrió un colegio y se encontró con nosotros. Después todos viajamos al Tolima, a Santana y allí vivimos un año. Mientras tanto, él viajó a Honda, para fundar el colegio Francisco de Paula Santander. Amaba a Santander y al mismo tiempo admiraba a Bolívar, a quien consideraba un auténtico genio. Vivimos en Honda hasta 1910 cuando resolvió traemos a Bogota para educamos. Había un gobierno republicano y se respiraba otro aire. De manera que nos vinimos",

La familia llegó a vivir al barrio Las Nieves, en una casa que le compró el abuelo a su hija Rosaura, y que quedaba en los extramuros de la ciudad.

A los doce años Luis Vidales compuso "El rapto de Isabel", una novela que imprimió él mismo en una imprenta de caucho comprada en la librería de Salvador Camacho y Roldán (su padre la conservó hasta su muerte, cuando Vidales aprovechó para romperla). Y hacia los trece años empezó a escribir poesía en el colegio de El Rosario donde tenía un profesor, Otero Herrera, que enseñaba normas del estilo, pero que siempre estuvo contra el pequeño por causa de sus versos revolucionarios.

De sismo en sismo

"Un día de 1918 un niño ve al salir a la puerta de su casa, que los postes se saludan de acera a acera y que la calle se arruga, como si fuera de caucho". Con estas imágenes recuerda Luis Vidales los sismos de ese año en Bogotá; las mismas que poco después se asomaron en sus versos lúdicos e irreverentes de Suenan timbres. Según el escritor, este libro de poesía que para muchos conocedores inauguró la vanguardia literaria en Colombia en 1926, es el resultado de dos profundas conmociones: una. la conmoción social y económica "que liquidó al siglo decimonono amodorrado, y empujó al país al siglo veinte; otra, la de los temblores en Bogotá. Es decir, movimiento por punta y punta", reitera el poeta, que no vivió tantos años para enterarse de la destrucción de su pueblo natal Calarcá, en Quindío, por el terremoto que arrasó con el Eje Cafetero al final del milenio.

Este mismo chico, tempranamente picado por el virus revolucionario quizá por influencia de su madre Rosaura, roja y masona, fue testigo en Bogotá de la llamada insurrección de los artesanos, el ] 6 de marzo de 1919, "cuando fueron ametrallados los artesanos en la Plaza de Bolívar y en las calles adyacentes él tuvo que correr pasando por encima de los cadáveres. Siempre lo atormentó en vida ese recuerdo de haber tenido que pisar las espaldas de los muertos, y haberse resbalado sobre los omoplatos que se movían bajo el peso de su cuerpo", recuerda su hijo Carlos Vidales. Tan sobrecogido quedó por estos hechos que los inmortalizaría en uno de sus poemas de La Obreriada: "E116 de marzo".

Imagen: LA MATERNIDAD (detalle), Eladio Gil Z. / TECNICA: ÓLEO SOBRE LIENZO


SEGUNDA ENTREGA. Páginas 94, 95 y 96.

Aunque el primer partido socialista se fundó en Colombia en 1919, Vidales no tuvo ninguna participación en ese movimiento porque de los furores revolucionarios lo vinieron a contagiar poco después el cronista antioqueño Luis Tejada y el legendario ruso Silvestre Sawinsky, quien les dio en exclusiva cátedra de comunismo. Hacia 1922 el café Windsor era el punto de encuentro de los jóvenes intelectuales y artistas que en 1925 se darían a conocer como la generación de los Nuevos con bombos y revista. En una de las mesas del Windsor Tejada saludó a Vidales como al poeta más talentoso de la nueva generación. El extravagante joven, que en las noches ejercía de provocador público, en el día trabajaba en el Banco de Londres y América del Sur, donde hizo una carrera fugaz: comenzó como cajero y pronto lo nombraron jefe de contabilidad. Desde entonces empezó a llevar libros de números, la otra gran pasión de su vida, que oficiaba con extrema pulcritud.

En 1923, cuando la Misión Kemmerer que tanto admiraría Luis Vidales dio sus recomendaciones para definir una política financiera en el país, Jorge Eliécer Gaitán y Luis Tejada mantuvieron un intercambio de cartas sobre el futuro del país que se hizo público en el periódico El Tiempo el 8 de junio. Gaitán, quien preparaba su tesis sobre "Las ideas socialistas en Colombia", sostuvo que sería en las filas del liberalismo donde la nueva generación realizaría su obra en contra de la burguesía.

Tejada, que se había marginado de su partido de origen, sostenía en cambio que había que formar una colectividad distinta a la liberal.

Después de publicar sus crónicas en Cromos, El Gráfico, en los suplementos literarios de El Tiempo y El Espectador y en el diario de Barranquilla La Prensa, y de ganarse a pulso su fama de "niño terrible" en tertuliaderos del Caribe y de la capital le llegó el éxito estruendoso con el libro de poemas Suenan timbres (A) publicado en 1926, que en su momento se consideró como el primer vástago de la vanguardia surrealista en Colombia. Sin embargo, con el tiempo el poeta renegaría de surrealismos, futurismos y todos los ismos europeos para inscribirse en lo que él llamaba el "calarquismo criollo". En todo caso, Vidales fue el único poeta colombiano elegido por Borges y Huidobro en su antología de la poesía latinoamericana. En ese mismo año de 1926 se embarcó en Puerto Colombia rumbo a París, donde estudió Ciencias Económicas y humanidades con especialización en Estadística en la Escuela de Altos Estudios y se sorbió la ciudad intelectual y anti-intelectualmente, como le gustaba decir; se aproximó al psicoanálisis, al marxismo, al surrealismo, al cubismo, al cine y a la teoría de la relatividad; y conoció a Picasso, Tristán Tzara, Gide, Valery, Luis Cardoza y Aragón, Vallejo y Huidobro. Allí también convivió con el grupo español de García Larca conformado por pintores y bailarines.

En 1927 recibió del gobierno de Abadía Méndez el nombramiento de secretario en el consulado colombiano de Génova, donde permaneció ocho meses. Con estos apetecibles cargos el general intentó neutralizar los ánimos de los jóvenes intelectuales de izquierda. Incluso por esos días apareció una foto del díscolo poeta dándole la mano al jefe de Estado italiano Benito Mussolini.

Durante los cuatro años que permaneció en Europa, se puso en contacto con las vanguardias artísticas y políticas influidas básicamente por el futurismo, y se nutrió de la cultura francesa que ejercería una notable influencia en su formación intelectual. Sus impresiones sagaces e ingeniosas de la vida cotidiana en la gran urbe parisina las transmitió a los lectores colombianos en su columna del suplemento literario de El Espectador, "Bocina de París" y en las Lecturas Dominicales de El Tiempo. En esas crónicas bastante olvidadas se advierte el parentesco con el amigo del alma, Luis Tejada, el príncipe de los cronistas que retrató varias veces a Vidales como un sapo.

En aquel entonces París era una fiesta con burbujas. Allí Vidales compartió la juerga y el hervidero de ideas y de modas con Alejandro Vallejo, Moisés Prieto, Juan y Carlos Lozano y Lozano y Jorge Eliécer Gaitán. Y tan elegante como Gaitán quien se paseaba por las calles y cafés parisinos, vestido en pleno invierno con traje de verano lucía Vidales, quien entonces impuso una extravagante apariencia, suficiente para distraer las miradas por su corta estatura: "Entonces descubrí el sombrero alón, una corbata con nudos inmensos, unos zapatos puntiagudos que mandaba hacer ex profeso, y una pipa de medio metro que todavía guardo. Y pasaba por la calle tomándole el pelo a la gente. Era un chico que molestaba, que se reía de todo y todos".

En 1927, cuando un corresponsal lo entrevistó en París, se mostró lúcido, arrogante y despreciativo con sus compatriotas más cercanos. Vivía en el famoso barrio Latino; de día estudiaba en la Sorbona y en la Escuela de Altos estudios Sociales, visitaba museos y absorbía como una esponja todo lo que llamaba su curiosidad; de noche libaba con sus musas y las de los amigos y hacía sus pilatunas. Recién llegado a París, llevó una noche a Gaitán al teatro Mogador. En el hall estaba la Guardia Republicana, con hombres de estatura descomunal escogidos entre los lesionados de la guerra, al punto de que a casi todos les faltaban una o dos manos. Gaitán se alarmó por esa extraña circunstancia y le preguntó a Vidales a qué se debia: "Yo le respondí impertérrito: Se trata de una sociedad bien organizada, mi querido Jorge E. Por algo estamos en Francia. Les han mandado cortar las manos para que no pidan propina ... "

De detenciones y exilios

A partir de 1930 la vida de Luis Vidales quedó indisolublemente unida al Partido Comunista hasta su muerte ocurrida sesenta años después, aunque con largas separaciones de la cúpula y disidencias hacia el liberalismo de izquierda. Se encontraba liderando una huelga de la fábrica de Calzado Pacífico, en Cali, cuando la Conferencia Nacional del Partido lo designó para la Secretaría General, en 1932, donde permaneció dos años. Luego se vinculó a las primeras publicaciones comunistas con Jorge Regueros Peralta y Gilberto Vieira.

Empezó como director de Vox Populi, periódico fundado en Bucaramanga en 1930, ciudad donde sufriría su primera detención. Entre 1932 y 1939 los mismos camaradas dirigieron los diarios Tierra y Bolchevique. En esos años también realizó Vidales sus correrías por todo el país; encabezó la toma del Municipio de San Eduardo, en Boyacá, y alcanzó el récord de 39 detenciones que lo convirtieron en el más distinguido preso político. Pero debido a sus actos de desobediencia con el Partido y a la enemistad que mantuvo con el camarada Ignacio Torres Giraldo, el poeta fue apartado de su cargo directivo en 1934.

En 1935 declaró la primera huelga de hambre en el país en una cárcel de Neiva, donde fue condenado a pagar 18 meses en una colonia penal por liderar un movimiento campesino en el Huila, pero gracias a las presiones del Partido Comunista y a políticos liberales que simpatizaban con el díscolo poeta (como Luis Eduardo Nieto Caballero), fue revocada la sentencia y quedó libre junto con ocho compañeros campesinos. Siguió recorriendo los campos colombianos y en esa incesante peregrinación le tocó hasta dormir sobre cueros de res en las márgenes del río Magdalena.

Pero en 1938 abandonó los furores de militante revolucionario ansioso de crear un nuevo Estado, para iniciar su perdurable carrera de Estadista como funcionario público en la recién creada Oficina General de Censo durante el gobierno de Alfonso López Pumarejo. Como dijo Alfonso Fuenmayor en la entrevista que le hiciera en 1939, "el funcionario empadrona todo un pueblo anónimo que fue tema de sus versos", Vidales había heredado ese gusto por los guarismos de su padre, quien al morir le dejó un texto de cálculo aritmético (además de un diccionario de palabras homófonas). Para él no era raro compaginar la actividad poética con la estadística porque consideraba que todos los estudios históricos iban acompañados de la estadística, en cuanto a la comprobación demográfica del pasado: "Poesía y estadística son búsqueda de lo secreto o desconocido y la emoción ante ese hallazgo es exacta. Basta tener un poco de sensibilidad", le respondió Vidales a María Mercedes Carranza en una entrevista.

En ese mismo año comenzó a dictar sus cátedras de Estética y de Historia del Arte en la Universidad Nacional. Tras contraer matrimonio en 1936 con María Paulina Rivera Olarte hija de una familia adinerada y conservadora y con la llegada de los hijos que sumarían cuatro Luz, Carlos, Ximena y Leonardo necesitaba pasar más tiempo en casa para atender las nuevas obligaciones. El poeta revolucionario se volvió un funcionario apacible, que llegaba de la oficina a jugar con los hijos, a escribirles cuentos infantiles y a orientar sus estudios, porque se sentía orgulloso de que en su hogar se respirara un ambiente "profundamente intelectualizado" y de que a la hora de comer los pequeños discutieran sobre temas elevados de arte y filosofía o recitaran sonetos.

Imagen: MUERTE A LA CINCO DE LA TARDE (detalle), Eladio Gil Z. (B) / TÉCNICA: Óleo sobre lienzo

Imagen: DESCANSO (detalle). Eladio Gil Z. / TÉCNICA: Óleo sobre lienzo

En esos años Vidales se volvió Lopista y en 1946 votó por Gabriel Turbay, a pesar de ser tan amigo de Jorge Eliécer Gaitán, quien representaba la disidencia del liberalismo. ¿Por qué fue turbayista Vidales? se pregunta su amigo José Luis Díaz-Granados. Porque Gabriel Turbay era marxista. y fue el médico que atendió a Luis Tejada en su enfermedad. Se conocían desde los Nuevos y los Leopardos. Después de la muerte de Gaitán Vidales siguió afiliado al partido liberal, pero sin negar su formación marxista. En el Quien es quien, de 1952, se identifica a Luis Vidales como militante del partido liberal.

Con estas afinidades políticas Vidales llegó a Comandos, un periódico de corta vida dirigido por Alejandro Vallejo, su colega de faenas políticas y periodísticas. En Comandos participó en un divertimento literario que apareció en 1944: una novela a varias manos titulada "EI misterio del cuarto 215 o la pasajera del Hotel Granada". El curioso texto tiene seis capítulos firmados por Klim, Rafael Jaramillo Arango, Luis Vidales, León de Greiff, Ximenez y Guillermo Patiño. Vidales escribió el capítulo tercero, uno de los más afortunados del descoyuntado relato. A esas alturas del partido, el poeta estaba en plena forma para las picardías narrativas.

A finales de los cuarenta Vidales alternaba su oficio de juicioso crítico de artes plásticas y de literatura, con el de ardiente ideólogo al servicio de la causa gaitanista desde el periódico Jornada, fundado por Jorge Eliécer Gaitán en 1945. Según su amigo y copartidario Gilberto Vieira, al partido le pidieron candidatos para trabajar en Jornada y la directiva propuso a Vida1es y a Renato Arango. Después del 9 de abril Vidales publicó el libro La insurrección desplomada, una recopilación de sus artículos editoriales antes y después de la muerte del caudillo. El Bogotazo le produjo un fuerte impacto a Vidales por la amistad que mantenía con Gaitán, el mismo líder a quien años atrás, en su etapa de botafuegos de El Bolchevique, zahirió sin clemencia. En cambio la bestia parda que tuvo en Jornada y que inspiró sus más agudas catilinarias fue Laureano Gómez.

Justamente durante el régimen de Laureano Gómez se desató una persecusión política que le costó a Luis Vidales, en 1951, la expulsión de la Universidad Nacional. Y un año después, durante el régimen del general Rojas Pinilla, empezó a sentirse perseguido como funcionario público. Entonces se le presentó la oportunidad de irse al exilio argentino pero terminó sentando sus reales en Chile porque le ofrecieron como asesor técnico en la Oficina Nacional de Estadística.

En este periplo chileno estrechó su amistad con Pablo Neruda, a quien había conocido en París, y con Salvador Allende. Quizá la cercanía con el mandatario democrático lo llevó a hurgar en la vida de Juan Antonio Ríos, un presidente liberal de quien escribió una extensa biografía, todavía inédita. El único viaje que hizo a Colombia fue en 1957, cuando vino a Popayán a entregar el Premio Stalin a Baldomero Sanín Cano, en reemplazo de Neruda, a quien el general Rojas Pinilla le negó la visa.

La obra periodística que realizó durante esta especie de destierroentre 1953 y 1960 está completamente desperdigada en colecciones de periódicos y revistas. La mayoría de esos ensayos sobre arte, literatura, historia, sociología y otros temas de interés del polígrafo se publicaron esporádicamente en El Espectador, El Tiempo, el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. En vida el maestro intentó recopilar estos ensayos en el libro Argos va al oculista, pero el proyecto se quedó en el aire, como tantos otros libros que soñaba con publicar. Entre los de poesía se mencionan: Las nuevas moradas (escrito en español del siglo XIV), Los nocturnos de turno, y Libro de Malamor, por el Arcipreste de Chita.

En 1960 Vidales recibió una oferta del presidente Alberto L1eras Camargo para que regresara a Colombia a trabajar en lo que sería el Departamento Nacional de Estadística -DANE-, donde se jubiló. Allí se destacó como funcionario ejemplar, amable y disciplinado, y su pasión de estadígrafo lo llevó a escribir la Historia de la Estadística en Colombia (C), un tratado que, curiosamente, se sumaba al de Estética que publicó en 1947. Vídales regresó solo a Colombia, y así vivió los siguientes diez años, hasta que sus hijos terminaron sus estudios en Chile. Carlos y Luz pertenecían al partido socialista y durante el golpe militar a Allende les bombardearon la casa y tuvieron que esconderse en la Embajada de Colombia. …

TERCERA ENTREGA. Páginas 97, 98 y 99.

… . Allí también estaban Gloria Gaitán, Gustavo Zalamea y otros colombianos a quienes el gobierno de Misael Pastrana ayudó a salir en un avión militar. Al cabo del tiempo volvió Paulina para quedarse con él. Cuando Vidales regresó de Chile mucha gente creía que estaba muerto.

Trabajó dieciocho años, reservando su vocación de marxista para los amigos, porque los empleados públicos sólo podían declararse liberales o conservadores. Lo primero que hizo al llegar a Colombia fue buscar a Gilberto Vieira para decirle que quería militar de nuevo, y Vieira le respondió: "Métete en lo más hondo del partido liberal". En las oficinas del Dane estaban todos los camaradas y constantemente organizaban marchas y actos, pero Vidales mantenía una postura discreta.

En estos años también estrechó Vidales su amistad con la colonia judía y sirvió de traductor para dos libros: Yo vi crecer un país, de Simón Guberek, su amigo y benefactor y Gentes en la Noria, del olvidado escritor Salomón Brainski, de quien vertió en castellano puro el bellísimo libro de cuentos sobre personajes marginales de la urbe capitalina. Después de esta larga ausencia del país y de la política, Vidales volvió a autodenominarse comunista y durante los siguientes treinta años estuvo comprometido hasta las falanges con el partido. Eran los tiempos de la lucha contra el socialnacionalismo y los miembros del partido comunista se sintieron solidarios con la causa de los judíos perseguidos.

En 1976, cuando vagamente sonaba el nombre del poeta en los círculos literarios, Juan Gustavo Coba Borda reeditó para Colcultura Suenan timbres (A), en homenaje a los cincuenta años del clásico poemario. Después de su jubilación en 1979 y cuando planeaba pasar unos años tranquilos dedicado a sus múltiples proyectos, ocurrió el allanamiento a su apm1amento de Chapinero en la época del Estatuto de Seguridad de Julio César Turbay, y justo después del robo de armas del Cantón Norte por el M 19 (se dice que la Brigada de Institutos Militares iba tras el rastro de su hijo Carlos, que estaba en la clandestinidad). Gracias a esa detención el escritor, que se había mantenido en el anonimato durante tantos años, volvió a tener figuración y de la noche a la mañana, literalmente, se convirtió en una figura pública. Antes, apenas era un ilustre poeta vanguardista olvidado, a partir de entonces no cesaron las entrevistas y el viejo bullía de contento ofreciendo con regadera titulares de prensa provocadores, como en sus mejores épocas. Tanto lo inspiró el hecho que inscribió el poema "Allanamiento", que empieza con estos versos: "Entraron a mi casa militares / y el alba se vistió de verdeoliva" Y termina así: "Mi vida alguien cubrió de oscuro velo / El día militar me negó el cielo / me dio el pesar, y la Colombia triste".

Luis Vidales vivía exactamente al frente del apartamento de Gilberto Vieira, en las inmediaciones de la Universidad de la Salle. Y así recordó el maestro Vieira el episodio del allanamiento: "Logramos hacer bastante ruido con la detención de Vidales, incluso un debate en el Congreso. Frente a su casa hubo una gran manifestación de intelectuales y artistas y fuimos hasta la Escuela de Caballería donde estaba detenido. Algunas de esas ruidosas declaraciones le gustaron mucho al Partido Comunista, y lo volvieron a invitar a sus filas. Vidales regresó al redil y comenzó a reunirse con su cédula en el apartamento de La Salle".

En ese mismo año de 1978 el periodista Isaías Peña Gutiérrez llevó a La Habana para su publicación La Obreríada, el libro de poesía social más reconocido de Vidales, en el que arremete contra los símbolos del capitalismo norteamericano, rinde homenaje al socialismo redentor y a los obreros y campesinos, denuncia la contrarrevolución, la guerra de Vietnam y el saqueo de recursos naturales desde el humor irreverente.

Así evoca al maestro de esa época su fiel secretario, José Luis Díaz Granados: "Yo lo recuerdo mucho a partir de l 974, Y a medida que pasaban los años se volvía más apasionado. Le dio el sarampión revolucionario. Hasta los últimos años la obsesión por militar lo llevó a los barrios a hacer trabajos comunitarios. Llevaba un anillo y una estrella roja, como un proletario convencido. Escribía toda la propaganda del partido, colaboraba en Voz Proletaria, y escribía coplas con rima para leerlas en público, porque decía que el pueblo necesitaba poesía urgente. Vidales volvió a ser el poeta nacional venerado por el Partido".

En 1982 la Universidad de Antioquia le concedió el Premio Nacional de Poesía por reconocimiento. En adelante llegaron los homenajes, uno detrás de otro, que le hacían preguntarse a Luis Vidales si estaba en la gloria. En julio de 1984 se celebraron ruidosamente sus supuestos 80 años. Algunos que lo conocieron, como el poeta Rogelio Echavarría, sostienen que ese redescubrimiento fue en gran parte orquestado por Juan Manuel Roca, director del Magazín de El Espectador, para quien su tío era el mejor poeta nacional. Además, sostiene Echavarría con tono suspicaz, "durante muchos años en Colombia era muy rentable para los escritores pertenecer a la izquierda, y esa vinculación política favoreció a Vidales". Para Rogelio Echavarría, autor de numerosas antologías poéticas, Vidales nunca fue un gran poeta, aunque sí un excelente estadístico, un gran critico de arte y un maestro con mucho ascendente entre la juventud.

En su madurez Vidales siguió escribiendo con furia sonetos panfletarios, disparando contra Reagan y los que se pusieran a tiro. En 1985 publicó el libro de poesía El abominable hombre del barrio de las Nieves, en el que afloran sus profundas raíces calarqueñas y la fidelidad a las circunstancias sociales de su época. Lo del epíteto de abominable viene de Laureano Gómez, quien así se refería al partido liberal el abominable partido liberal; entonces Vidales adoptó el calificativo dada su entrañable odio hacia el llamado "Monstruo"; y las Nieves, en memoria del primer barrio que habitó cuando niño en la capital. En El abominable hombre ... caricaturiza el plan Marshall, a Nixon y ensalza a Lenin, Fidel Castro y Manuel Marulanda Vélez "Tirofijo", a guien dedica estos versos: "Canto a Colombia, a Manuel el guerrillero / ... Al padre de la selva colombiana / al pastor de la paz en el rebaño [ ... ] Por defensor del pobre, pariente próximo del trigo, / Cómo le ocurre a éste, 40 veces lo dejaron muerto / sólo para quedar en pie 40 veces vivo".

Imagen: LA NIÑA HILANDO (detalle), Eladio Gil Z. / TÉCNICA: Óleo sobre lienzo

Desde comienzos de los ochenta Vidales inició un programa en la Radiodifusora Nacional "Los puntos sobre las ies" (como tituló su serie de ensayos sobre literatura colombiana) en el que buscaba promover a las nuevas generaciones de jóvenes dedicados a la poesía, la narrativa y la crítica. En la vida adulta, después de haber luchado por los obreros y los campesinos, se volvió protector e impulsor de los jóvenes escritores, que frecuentaban su diminuto cuarto como si se tratase de un café de las tertulias de antaño.

En 1985, el mismo día en que se enteró de la muerte de Paulina, su mujer durante 49 años, supo que le habían otorgado el Premio Lenin de la Paz. Por eso el luto se tornó en celebración y viceversa: tres días con sus noches bebió y lloró en compañía de sus amigos cercanos, porque otra vez los hijos estuvieron lejos. Como era ateo, desde el atrio de la iglesia lloró la muerte de su mujer. Cuando le dieron la noticia del premio dijo que ése era el regalo de Paulina, porque ella siempre había deseado ese reconocimiento que antes habían recibido dos intelectuales colombianos de tantos quilates como Baldomero Sanín Cano y Jorge Zalamea.

Por el Lenin de la Paz Vidales recibió en metálico 30 mil dólares, de los cuales destinó cinco mil para Voz Proletaria. Armando Orozco recuerda que a él, redactor cultural, le tocó llevar el cheque de un millón de pesos destinados a la fundación de un fondo editorial en el periódico. Otros 25 mil dólares los puso en una cuenta en Panamá y esa fue la herencia que les dejó a sus hijos. Vidales, que era un tipo metódico y austero con su familia, ayudaba con largueza a sus amigos y camaradas, y tenía sus manías con el dinero, como la de guardar dólares entre los libros, lo que facilitó el saqueo final. Cuando le preguntaban por el dinero decía: "No tengo más capital que el de Carlos Marx. Ni renta, ni ahonos". En una entrevista de 1950, declaró que ganaba $ 800 pesos por dirigir la propaganda de los Censos nacionales y $135,60 por las cátedras de estética e Historia del Arte, y que a veces redondeaba el presupuesto familiar con los artículos de prensa.

Pero lo cierto es que este comunista convencido hasta la médula disfrutaba de la vida burguesa. Viajó cuanto quiso por el mundo, su pasión desde joven. Como representante del Partido Comunista visitó numerosas veces la URSS y recorrió los países del Este. En 1954 hizo un viaje inolvidable a la URSS porque lo llevó Neruda para participar en un Congreso de Escritores. Antes de enfermarse estuvo en Turmenia, una república rusa, y en un sanatorio en el Mar Negro donde se hizo chequeos médicos durante dos meses. Lo curioso es que nunca viajó acompañado de su esposa en estos viajes de camaradas.

Supo rodearse de discretas comodidades y siempre que pudo se dio el gusto de almorzar scargott. En su vida privada fue un hedonista afecto a los placeres de la vida y como buen estadístico con sentido pragmático, nunca pasó apuros económicos porque administró con tino su dinero; incluso se fue al exilio chileno con un buen cargo diplomático, salvoconductos y dinero suficiente. Se jubiló en el Dane, pero no tuvo que partirse el lomo cumpliendo con el deber. Este confeso burgués no pasó pues las afugias del proletariado. Hasta poco antes de morir fumaba un cigarrillo tras otro y bebía aguardiente en unas grandes copas rusas de madera. Y aunque sus casas siempre estuvieron decoradas de forma austera y no tuvo mayores apegos materiales, dicen que no se recuperó nunca del robo de su colección de pipas traídas de todo el mundo.

De su muerte y la del comunismo

Desde que le dio la embolia, la misma enfermedad que mató a su esposa, Vidales se recogió en su pequeña cama y allí siguió impartiendo doctrina política y poética. En el último documental que grabó la Casa de Poesía Silva sobre él, un año antes de morir, aparece con uan larga barba blanca, unos anteojos de montura de carey grandes como farolas y más años de los que había revelado siempre. Rodeado de sus libros, lee algunos de los poemas patrióticos de La Obreriada. Se detiene en "La costurera", uno de los poemas más queridos por él y sus lectores en homenaje a la mujer obrera: "Vida e hilo lo mismo ata la hebra / Una mujer en el silencio cose, cose, cose, / cumple mil años al volver la rueda".

Otro lugar común en sus entrevistas es el de su frenética producción. Declaraba que nunca paraba de escribir, que en su vejez seguía escribiendo todos los días, incluso dormido. Pero sus allegados sostienen que en los últimos diez años fue poco lo que escribió, más que todo se dedicó a los textos de propaganda ideológica para el Instituto Colombo Soviético, del que era vicepresidente. Recuerda Gilberto Vieira que en sus últimos días Vidales estaba completamente lúcido aunque se la pasaba acostado todo el día, leyendo y viendo televisión. Decía que con veinte obras inéditas que dejaba ya era suficiente.

Al final de su vida la máquina de escribir se mantenía con la hoja en blanco, y aunque ello le generaba malestar, a menudo aplazaba la escritura por el adoctrinamiento político (se quedó sin escribir sus memorias y un tomo de unas dos mil páginas llamado "Alto ahí", con una selección de prosa y verso). Prefería dar cartilla sobre marxismo y trazar línea a políticos e intelectuales que lo consultaban como a un oráculo, antes que pasar largas y solitarias jornadas escribiendo. Cumplía con pasión su magisterio; en el fondo era un pedagogo deseoso de enganchar camaradas a las filas del partido (contaba que cada carcelazo de su juventud le dio la oportunidad para montar una escuelita). Pero se mantenía actualizado sobre el acontecer del país. Y era tan disciplinado y ordenado que decía con Goethe: "Prefiero una injusticia a un desorden".

Su hijo Leonardo dice que lo veía escribir más prosas panfletarias que poemas, porque ya anciano se volvió proestalinista furibundo y escribía textos doctrinales para Voz Proletaria, con los que preparaba la llegada del comunismo. Al morir, decidió vender por kilos, y por estorbosos, nueve bultos de folletos de propaganda política.

Pero el dogmatismo no le impidió ejercer de ironista en sus dominios. Decía, por ejemplo, que a los pobres en Colombia les caían todas las desgracias, que todo era negativo para ellos: "Lo único que les sale positivo son los exámenes de laboratorio". Su humor, rápido y zumbón, aligeraba la pesadez de las conversaciones políticas. Su discípulo Armando Orozco recuerda así esta faceta suya: "Vidales era un tipo ególatra, muy' provocador, terrible para insultar. En su habitación, cuando él estaba acostado, tomando trago, uno no podía robarle el show, tenía que mantener un diálogo muy medido, de lo contrario te echaba".

A propósito de sus manías también recuerda José Luis DiazGranados: "Tras su jubilación se volvió un gran bebedor y mezclaba todos los tragos. No se movía de una silla, no iba al baño, no comía, cual cuerpo glorioso. Se sentaba como un buda a hablar y a adoctrinar al personal. Fumaba mucho (cigarrillos Dunhill). En los últimos años iba todo el mundo, estudiantes con grabadora, con bufandas y cara de poetas que le robaban libros. Los muchachos se iban quedando dormidos y Luis seguia hablando".

Entre sus mejores amigos figuraban liberales, conservadores, comunistas y nadaístas. En su casa se templaban los ánimos y se olvidaban por un rato los sectarismos políticos para hablar de temas más elevados. …

CUARTA (y última ) ENTREGA. Páginas 100, 101, 102 y 103.

… . Cuando cumplió 80 años le hicieron un homenaje en el Concejo de Bogotá y el propio Vidales eligió al maestro Eduardo Carranza para que escribiera el discurso; y en el mismo acto Belisario Betancur le impuso una medalla. Curiosamente, Vidales podía ser amigo de conservadores fascistoides como Gilberto Alzate Avendaño y de marxistas como el abogado Santiago Carrasquilla, que siempre le manejó la plata, y el médico Laurentino Muñoz. Y como cosa rara, en su casa no llegaban a juntarse los viejos con los jóvenes, como si hubiera tumos generacionales establecidos.

Como su amigo y protegido el escritor José Luis Díaz Granados trabajó en la campaña de Julio César Turbay, le dedicó varias páginas al maestro en un periódico que sostenía Santofimio. Justamente en un banquete ofrecido por Santofimio le dio la trombosis al maestro, que dos años después le causaría la muerte. Su otro gran amigo fue Armando Orozco, poeta de las Juventudes Comunistas a quien Vida les le prologó uno de sus libros, y de quien fue su protector incondicional. Después de la muerte de Paulina, José Luis Diaz Granados y Armando Orozco estrecharon su amistad con el maestro, lo acompañaban a hacer diligencias y bebían juntos en el Automático.

Pero si a Orozco y a Díaz Granados les quedaron los mejores recuerdos del maestro, a Carlos Vidales, el hijo mayor ex-militante del M 19 y residenciado desde 1982 en Suecia donde trabaja como docente investigador en la Universidad de Estocolmo, le quedó el legado de la obra más saqueada de la literatura colombiana:

"En 1994 estuve en Bogotá y no pude recuperar sino unos pocos papeles del viejo. Sus camaradas lo visitaron asiduamente durante las últimas semanas de vida y, además de emborrachado y tomarse su whisky, salían de la casa de madrugada, con sus libros, sus manuscritos, su radio y su equipo de estéreo, su medalla del premio Lenin, sus reservas de víveres y cuanto pudieran saquear. Se robaron todo y no pudieron robarse el cadáver porque los poetas de Bogotá se lo llevaron para velarlo en la Casa Silva".

La hija mayor, Luz, que también da clases de literatura en la Universidad de Estocolmo, no vino a reclamar nada, y su nieta favorita Paulina, quien se radicó en Chile con su madre Ximena, olvidó en la banca de atrás de un taxi los originales del libro titulado Espejo del arte, con una compilación de sus mejores ensayos sobre arte. Así se fue evaporando su obra, pero quedó la memoria de sus discípulos y seguidores, porque el que comenzó arengando al proletariado en la plaza pública y en las tribunas de prensa, terminó arengando al joven poetariado en su cama.

De sonoras contradicciones

Entre esos poetas que guardan un recuerdo vivo del maestro está el poeta calarqueño Javier Huérfano, a quien Vidales adoptó los últimos diez años de vida compartiendo con él lecturas y tertulias. Nunca se dejó convencer de pertenecer a las Juventudes Comunistas, como era el deseo del maestro, pero asimiló todas sus lecciones sobre arte, poesía y política y hasta fundó una biblioteca en honor al maestro en Ciudad Bolívar. Cuando el poeta murió, Javier se sintió responsable de llevar sus cenizas a Calarcá. Después del velorio en la Casa de Poesía Silva, tomó las cenizas y viajó en autobús hasta Calarcá con una pequeña comitiva de amigos.

En el pueblo las autoridades locales tenían preparado un homenaje en la Casa de la Cultura que en buena parte se encargó de estropear Leonardo Vidales, quien aprovechó la solemne ocasión para cantar a la memoria del padre unas cuántas verdades de grueso calibre e inspiración freudiana. Se cierra así el círculo paradojal en el que Luis Vidales, que en su juventud se entusiasmó con las teorías psiconalíticas de Freud, es sentenciado a una segunda muerte por su hijo menor, bailarín y pintor, quien gritó a voz en cuello que su padre había sido un dictador de puertas para adentro y un camarada de puertas para afuera. Cuando Vidales escribió en una de sus "Bocinas de París" en 1929, que el destino de la novela biográfica o del género de la biografía tenía que ver con el psicoanálisis, nunca imaginó que podría aplicarse esta teoría a su parábola vital.

Vidales era un hombre extremadamente machista, que ya en algunos de sus escritos de juventud dejaba perfilar cierta misoginia, como cuando comenta que las mujeres solteras constituyen un desperdicio porque su única función en el mundo es la de parir hijos. Su mujer, de temperamento tranquilo y resignado, aceptó esa condición, pero no así sus hijos. Recién casados, a Paulina, que tenía talento para el piano, le ofrecieron tocar en una emisora, pero él no la dejó porque su lugar era la casa. Luego Paulina se volvió la gran admiradora de su marido y soñaba con ser Primera Dama. Ante la extrañeza de Paulina porque su marido no estuviera en un sonajero presidencial, Vidales exclamaba: "¡Yo ser presidente de Colombia! No puedo, el poeta es el presidente del universo!". Sin embargo, en 1979 llegó a ser Presidente de la UNO (Unión Nacional de Oposición) en Cundinamarca.

FLAUTA DE PAN (detalle), Eladio Gil Z. I TÉCNICA: Óleo súbre lienzo

Aunque se declaraba un enamorado de las mujeres, y tuvo muchas amigas en su vida, prefería fantasear con ellas. Siempre fiel a la causa, se dice que no tuvo amantes porque el comunismo sólo toleraba la monogamia y tampoco aprobaba las separaciones y divorcios. Su alta autoestima, muy superior a su estatura, lo llevaba a sentirse seductor y, en efecto, su fuerte personalidad llegó a impactar a mujeres descollantes como Marta Traba, temida crítica de arte argentina. En su vejez una de sus amigas más cercanas fue la francesa Marie Estripaut, estudiante de literatura que escribió su tesis sobre la poesía de Vidales.

De todas formas, parece que siempre prefirió la compañía de los viejos camaradas, reconocidos políticos de ambos partidos y de los jóvenes poetas. No cabe duda de que su ídolo fue Luis Tejada, contertulio de su juventud, quien además se casaría con su prima Julieta. A él dedicó una desgarrada elegía, y bastaba mencionar el nombre del cronista antioqueño para que a Vidales se le inflamara el sentimiento y dedicara una oda a su memoria, una de tantas que escribió a la temprana muerte de su genial amigo. Dos poemas le dedicó después de muerto. En la "Elegía Humorística" (Suplemento Literario de El Espectador, Octubre 7 de 1926) escribe:

"No hay nada que decirte
Jamás quería decirte nada:
Pero aquí en el periódico
me obligan a escribirte.
Estoy en el escritorio tuyo
en el rincón tu yo
aquí en el periódico
y desde aquí te lanzo mi, interrogación
Así.

Unos versos más adelante le pregunta:

"Suena mucho el mundo oído desde arriba?
Óyeme
Llévame
llévame contigo"

y repite este verso "Llévame contigo".

Su sentido del moralismo lo llevaba a despotricar de los homosexuales, lo que radicalizó las relaciones con su hijo Leonardo. De ellos decía que eran la podredumbre del capitalismo (escribió un poema que se llama "Balada al gran marica"). Sin embargo, en el Colombo Soviético dio una conferencia sobre Barba Jacob, a quien admiraba profundamente. Odiaba la droga, los burdeles, los hippies, el sexo libre y todo lo que consideraba signos de la podredumbre capitalista. Cuentan sus amigos que cada día se fue volviendo más radical y sectario y decía que la burguesía tenía el alma podrida, y el pueblo en cambio la tenía pura. A los que sí adoraba era a los animales, especialmente a los gatos y a su perrita pequinesa.

Su otra gran pasión era la historia y al mismo tiempo idolatraba a Bolívar por su genialidad de extraterrestre, y a Santander por su capacidad de administrador. Igual admiraba a Maquiavelo, cuyos maquiavélicos principios exaltó en un extenso ensayo. Los otros grandes amores a los que fue fiel desde la juventud fueron Charlot, Lenin y Picasso, los hombres más grandes de este siglo en su concepto. A Freud lo admiró mucho en un principio y luego abominó de él. El propio Alberto L1eras escribió en sus memorias que en el café Windsor escuchó hablar por primera vez de Freud, "una de las pasiones recónditas y casi exclusivas de Vidales, el poeta más revolucionario del grupo, que después habría de ser marxista, como toda una generación de rebeldes que encontraban en los dos judíos, o en cada uno de ellos, explicaciones satisfactorias para la totalidad del universo, duras, esquemáticas y agudas, como piedras".

Otra de sus grandes contradicciones la encontramos en el prólogo que escribió del libro Los Años veinte en Colombia, de Carlos Uribe Celis (1985). En su análisis se aprecia la enorme importancia que concedió Vidales, como estudioso de la ciencia económica, a la Misión Kemmerer, de 1923, que para él fue el punto de partida de la transformación del país de la etapa pastoril del siglo XIX al XX. Considera Vidales que los dos cambios dramáticos del siglo fueron esta misión y el Frente Nacional en 1958, lo que resulta paradójico, dada su postura de izquierda. No hay que olvidar que la misión Kemmerer, que aconsejó la creación de un banco estatal para la emisión monetaria, también fue duramente criticada por su orientación capitalista.

De amores y desamores

Entre sus compatriotas y contemporáneos, Vidales admiró profundamente a Alberto Lleras; Germán Arciniegas lo estimaba mucho, pero Vidales no le correspondía. A León de Greiff a veces lo criticaba fuertemente y otras lo admiraba. También fue muy amigo de Rogelio Echavarría quien lo apreció más como persona que como poeta. Se odió a muerte con Ignacio Torres Giralda, y tampoco le tuvo mucho aprecio a Jorge Regueros Peralta, su compañero de militancia. En cambio fue incondicional de Guillermo Hernández Rodríguez, el Primer Secretario General del Partido, y de su esposa, Carmen Fortún, una venezolana petrolera que daba clases de marxismo. A Gilberto Viera lo siguió frecuentando hasta la vejez y le leía sus poemas. Alejandro Vallejo fue su amigo desde la época de París, e insistía en que había que rescatar su obra; y de París data su amistad con Carlos Lozano. Al periodista Osorio Lizarazo siempre lo consideró un resentido social y no le perdonó su colaboración con la dictadura de Trujillo, aunque fue muy generoso en sus juicios críticos sobre la novela Casa de vecindad. Carlos Castro también estuvo en Chile una temporada y se hicieron muy amigos ("hasta que se entregó a la oligarquía de Medellín"). Y otro gran amigo fue Gabriel Turbay, el marxista más radical del grupo. A todos los admiró porque se comprometieron con alguna causa.

En su libro La circunstancia social en el arte (1973) Vidales revela esa vocación inalterable de militante de la vida, que expresa con la fuerza de los guarismos:

"En alguna parte he dicho que la muerte no es siempre la liquidación física. En una época de crisis como la nuestra existen, si se mira bien, millones y millones de seres real y efectivamente muertos, así vivan corporalmente. No me refiero a esos estados agudos de enfermedad orgánica, sino a la especie de "hibernación" en que yacen las gentes, debido a la ausencia de percepción de las más sensibles y grandes cosas del mundo, por la simple estrechez de su existencia habitual [ ... ] Los seres yacen en un estado de semiinconsciencia, convencidos de que están en el mundo pero, en realidad, vueltos de espaldas a él, como hipnotizados".

Al menos Luis Vidales mantuvo encendido su despertador.

Imagen: DESPUES DEL BAÑO (detalle), Eladio Gil Z. / TÉCNICA: Óleo sobre lienzo

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1.- Este texto hace parte de una investigación inédita financiada por el Centro de Investigaciones de la Universidad de Antioquia. Facultad de Comunicaciones. 200l.

( Las citas siguientes no aparecen localizadas en la copia del texto que se escaneó)

1.- Tomado de El abominable hombre de las nieves, reportaje de Juan Mosca, recogido en Pais que duele, de Juan Mosca, Ediciones Temas de Hoy, 1996., p. 275.

2.- Tomado de la correspondencia inédita de Miguel Escobar Calle con Luis Vidales. Fechada el 30 de octubre de 1974.

3.- Ver la crónica "Un poeta extraordinario", de Luis Tejada. publicada en El Espectador en 1922.

4.- Según la poeta Meira del Mar, el único poeta surrealista comparable a Luis Vidales fue Vidal Echeverría, nacido en un pueblito del Atlántico, y quien quedó olvidado en nuestra tradición, Ese poeta publicó en los años veinte un libro de poemas titulado Guitarras que suenan al revés, pero nunca fue reeditado.

5.- Entrevista con Juan Mosca (Fernando Garavito), El abominable hombre de las Nieves, p. 278. Ediciones Temas de Hoy, 1996.

6.- Anécdota narrada por Luis Vidales en la entrevista publicada en Lecturas Dominicales de El Tiempo, diciembre 24 de 1950.

7.- En el articulo "Habla un exdetenido de la BIM: 15 horas en la vida de Luis Vidales", Revista Alternativa, No. 211, noviembre de 1979, pp. 12 -14, hay un completo testimonio de Vidales sobre este hecho.

8.- Entrevista realizada en Julio de 1999 en la residencia de Gilberto Vieira.

9.- "Defensa de Maquiavelo", Notas para un juicio, Revista de las Indias, No. 8, agosto de 1939, pp. 30 - 52.
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* Maryluz Vallejo (D), Coordinadora del Campo de Periodismo de la Facultad de Comunicaciones y lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana.

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(NTC … Dic. 28 y 29, 2.006)
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NoTiCas de NTC … :

(A) NTC … dedicado a Suenan timbres y Luis Vidales (Feb. 26, 2.006)
http://ntcblog.blogspot.com/2006_02_26_archive.html

(B) ELADIO GIL Z. Autor de “Monumento a la India Catalina” de Cartagena (
http://www.colombia.com/turismo/sitio/cartagena/archivos/atractivos/cultural.asp y http://www.eltiempo.com/nacion/caribe/2006-09-23/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3254361.html ) Detalles de la vida y obras de este artista, Ver : JUAN DAGER NIETO.
DICCIONARIO ARTÍSTICO Y ARQUITECTÓNICO DE CARTAGENA DE INDIAS
http://www.delagracia.de/Diccionario.pdf 2.001 pag 65

(C) Edición digital del libro:
http://www.lablaa.org/blaavirtual/economia/estadcol/indice.htm
Ficha bibliográfica
Titulo: Historia de la Estadística en Colombia
Edición en la biblioteca virtual: bogota 1978
Publicado: Biblioteca Virtual del Banco de la República
Creador: Luis Vidales

(D) Maryluz Vallejo: Hoja de vida:
Currículo del Sistema de Currículos de Colciencias (Maryluz ...
Durante las celebraciones y conmemoraciones de “LA PALABRA, 15 AÑOS” (Cali, Nov. 22, 23 y 24 de 2.006) se desarrolló - entre otros muchos eventos – el Seminario Internacional "El periodismo, la literatura y la ciencia" . Dentro de la programación de éste, la Doctora Maryluz Vallejo Mejía - profesora de la Pontificia U. Javeriana de Bogotá - en uno de los actos centrales presentó su libro: "A PLOMO HERIDO. Una crónica del periodismo en Colombia" *** (Planeta, Primera Ed., Febrero 2.006. 430 páginas.) . Además la profesora Vallejo dictó el Seminario Taller "Los géneros del periodismo cultural" .
En NTC... reprodujimos algunos apartes de este libro, tales como:
*** EL SOLAZ DE LA PRENSA LITERARIA ( Págs 122 a 129). http://ntcblog.blogspot.com/2006_12_03_archive.html
*** PRENSA COMUNISTA Y SU LUCHA "A MARTILLAZOS" (Págs. 104 a 109) http://ntcblog.blogspot.com/2006_12_17_archive.html
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