miércoles, febrero 06, 2008

NTC ... 280. Febrero 6, 2008

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NTC … 280
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Una deuda de amor.
Notas sobre un lector.*
Por José Zuleta Ortiz
Texto presentado en el Coloquio en homenaje a Estanislao Zuleta (1) en Manhattan*,
Nueva York, 16 de febrero 2008.
(1) Medellín, Febrero 13, 1935 - Cali, Febrero 17, 1990. Hace 18 años.
Y hoy a manera de memoria y homenaje de NTC …
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Estanislao, padre, y José, hijo
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La Lectura es la peste de la infancia (…) Un Niño no estará interesado en perfeccionar el instrumento con el cual se le atormenta; pero ponga ese instrumento al servicio de sus placeres y pronto se aplicará, a pesar de usted. J. J. Rousseau.
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Nací en una familia en la cual los libros eran objetos de placer. Ese placer fue contagiado por nuestros padres en unas lecturas que hacíamos todos los días antes de dormir. No había en casa televisión, mi padre prescindió de este electrodoméstico y nos ofrecía a cambio, leernos en voz alta. Con su carácter pausado y ceremonial hacía un preámbulo a cada lectura para despertarnos la curiosidad por el texto, el cual, luego ejecutaba con una voz tranquila y clara. Sabía como pocos hacer los énfasis y transmitir la música, las cadencias y los momentos claves de la narración. De algún modo, el pequeño auditorio que le escuchaba comprendía que leer era un acto placentero, que había una relación muy íntima entre el escritor y el lector, y que lo que llegaba a nuestros oídos no sólo eran historias, era también música, y el placer con que se leía, hacía que todo fuera más claro, entonces una pequeña conmoción de gozo estético y felicidad de la inteligencia se apoderaba de nosotros y nos llenaba de dicha.

Esas lecturas no tenían propósitos informativos, no había en ellas nada que sugiriera encontrar utilidad práctica, solo pretendían gozar los textos, y explorar sus secretos. Pero no era ese gozo, esa exploración, una mera deleitación, era una suma de experiencias estéticas que abría nuestras pequeñas conciencias a una libertad que luego se haría irrenunciable.

La lectura en voz alta de la literatura fue la puerta de entrada al placer de leer, y nos brindó la música de los textos, la intimidad y el silencio con que están construidos, las múltiples maneras de abordar la vida, sus luces y sus sombras, nos mostró que la literatura trasciende lo moral, lo ideológico, lo religioso y finalmente nos alentó a escribir.

Una vez sorprendí a mi padre en su biblioteca hablando en voz alta con los libros. Le pregunté desconcertado, qué hacía. Él me dijo: --le estoy dando una gran noticia a Baudelaire, --Qué noticia, pregunté. --Que La traducción de la obra de Poe, que ha hecho Cortazar al español, es magnífica; ya sabes, fue Baudelaire quien tradujo a Poe al francés. He puesto la traducción de Cortazar al lado de los libros de Baudelaire y Poe para que sean amigos. Mira como los tres, sin conocerse, han escrito en tres lenguas la misma obra, lo han hecho admirablemente, y sólo por amor a la literatura.

En otra oportunidad me contó que sus primeras lecturas las había realizado siendo muy niño, en la biblioteca del colegio, según sus propias palabras, “era muy mal estudiante, no aceptaba la disciplina y quería saber más de lo que los profesores estaban en condiciones de enseñar, por lo que me hacía muy impertinente y terminaban por castigarme”. El castigo en ese colegio consistía en enviar al niño a la biblioteca. Y una forma inteligente de no aceptar el castigo fue encontrar placer en el castigo.

Leer puede ser una afición, de hecho gran parte de la literatura que se lee en el mundo la leen personas que se entretienen en esa actividad como otras lo hacen jugando cartas o mirando partidos de fútbol. Leer literatura para la mayoría de los lectores es un hábito y una forma de consumo, Estos lectores generalmente no perciben la calidad literaria o la profundidad de los textos que leen, centran su atención sobre los sucesos de la narración, sobre los acontecimientos y el contenido anecdótico de las historias que leen. Pedirle a un lector común que nos hable de Crimen y Castigo de Dostoievski, produciría como resultado una descripción escueta de unos asesinatos realizados por un estudiante con problemas mentales que se enamora de una mujer que se prostituye.

<--- En la foto: José -hijo-, Estanislao - padre- y su segunda esposa, Yolanda González, hacia 1966. Tomada de Al Margen No. 23. Sept. 2007
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La capacidad de leer es en gran parte la capacidad de entregarse, de irse en el texto, de fundirse con el autor en la obra, de percibir lo que no se dice. Lo evidente siempre estará para todos expuesto de una manera plana y roma casi mineral. Aprender a leer, en el sentido poderoso de la palabra, es la capacidad de hacer de la lectura una apasionante tarea de transformación. Esa es la senda por la cual discurrió la vida de uno de los mejores lectores que hayan existido. Tal vez a ello se refería cuando dijo que la lectura debe provocar “una más abierta invitación a descifrar y a interpretar; una más brillante capacidad de dejarse arrastrar por el ritmo de la frase y, al mismo tiempo, de frenar por el asombro del contenido (…) hay que aprender a escuchar la factura musical de este pensamiento, la manera alusiva y enigmática de anunciar un tema que sólo encontrará más adelante toda su amplitud y la necesidad de sus conexiones. (…) es la otra cara de un nítido concepto de la lectura que, a medida que se hace más exigente y más minucioso, libera a la escritura de toda preocupación efectista o periodística, o de toda aspiración al gran público”.

Durante su vida, Estanislao Zuleta se las arregló para vivir de lo que más le gustaba: leer. De una u otra forma lo que hizo para ganar el sustento fue compartir lecturas que le habían conmocionado. Logró ganarse un prestigio por su capacidad crítica y muchas personas durante tres décadas acudieron a escuchar el producto de su oficio de lector. Son legendarias en varias ciudades de Colombia las “charlas de Zuleta” esas charlas no eran otra cosa que el comentario de las lecturas que hacía, y ellas terminaron siendo la base de la mayoría de los libros que se le han publicado.

George Steiner en su libro Tolstoy o Dostoievski dice: "La crítica literaria debería surgir de una deuda de amor. De un modo evidente y sin embargo misterioso, el poema, el drama o la novela se apoderan de nuestra imaginación. Al terminar de leer una obra no somos los mismos que cuando empezamos. Recurriendo a una imagen de otro campo artístico, diremos que quien ha captado verdaderamente un cuadro de Cezanne verá luego una manzana o una silla como si nunca la hubiera visto antes. Las grandes obras de arte nos atraviesan como grandes ráfagas que abren las puertas de la percepción y arremeten contra la arquitectura de nuestras creencias con sus poderes transformadores (…) Cierto instinto primario de comunicación nos impele a transmitir a otros la calidad y la fuerza de nuestra experiencia, y desearíamos convencerlos de que se abran a ella. En ese intento de persuasión se originan las más autenticas penetraciones que la crítica puede proporcionar”.

Nada más aproximado a la forma de vivir y compartir las lecturas y al espíritu de generosidad que se apoderaba de Estanislao después de una lectura conmovedora, o como él las llamaba: “una lectura fundamental”. Cuando leía llenaba de anotaciones los libros, escribía sobre los márgenes o en pequeñas cartulinas que iba dejando entre las páginas, leía releyendo, volviendo sobre el texto que aún no terminaba, a veces a mitad del libro volvía a empezar, otras veces lo terminaba y comenzaba inmediatamente su relectura. De noche, en la soledad de su biblioteca se le oía reír, con frecuencia, en el momento más alto de su entusiasmo llamaba a alguien, y lleno de júbilo, le compartía un fragmento que consideraba extraordinario. En medio de esa felicidad, con la necesidad de compartir la experiencia, y de que otros compartieran su gozo, perdió cientos de libros que prestaba a sus discípulos o amigos con la ilusión de tener interlocutores para compartir los hallazgos y la dicha de sus lecturas. Muchos de ellos guardan esos libros como fetiches y los muestran en las fiestas como objetos de colección.

La crítica literaria que sobrevenía a sus lecturas era algo muy diferente a lo que usualmente conocemos como crítica literaria. No tenía mayor aprecio por la exégesis que se realiza en el mundo universitario, o por las teorías que se aplican a la interpretación de los textos literarios. Conocía bien esas teorías, había seguido con cuidado desde la filosofía, y en las distintas interpretaciones y valoraciones del arte, a los formalistas, a los estructuralistas, a los lingüistas, a los postformalistas, a los semióticos, al deconstructivismo, y como decía irónicamente a todos los “istmos”, sugiriendo que esas disciplinas de interpretación eran de alguna forma maneras de aislarse.

La temprana lectura de Freud, introdujo un ingrediente que aderezó de manera especial su relación con la literatura y el arte. Desde los enunciados del psicoanálisis, desplegó una mirada a los contenidos de la literatura aplicando las ideas o herramientas que esa disciplina aportó para la comprensión de los asuntos humanos: El inconsciente, la sublimación, la perversión, la neurosis son elementos que están presentes en la interpretación que hizo de la literatura.

En el trabajo de compartir lecturas construyó muchos lectores. Y alentó a algunos de sus discípulos y amigos a tomar el camino de las palabras, o al menos, el de leer desde otra perspectiva. Algún escritor dijo, con ocasión de su muerte: Murió el hombre que le enseñó a leer a Colombia.

Más allá de lo que lograba comunicar, y de su oficio de contagiar a otros el entusiasmo por los textos que leía, había algo que podríamos llamar las acciones derivadas. Esto es, el efecto que las lecturas ejercían sobre las decisiones de su propia vida. La lectura en su caso, tenía un efecto trasformador, a tal punto, que podía cambiar su forma de vida de una manera radical. La decisión de retirarse del colegio y de asumir su formación por cuenta propia, enfrentándose a la familia y a la sociedad, cuando sólo era un adolescente, la de irse a vivir con los campesinos del páramo de Sumapaz, la de no tener televisión, la de no enviar a sus hijos al colegio, y otras acciones que adoptaba respecto a al amor, a la amistad, o a la política. Su singular manera de ejercer el oficio de profesor y de subvertir los sistemas de evaluación de los alumnos, eran acciones que estaban, de algún modo, relacionadas con su trabajo de lectura.

Cuando se lee así, cuando la lectura es una herramienta de trasformación, de interrogación y búsqueda, y se está dispuesto a asumir las consecuencias de esa búsqueda, leer deja de ser un acto para adquirir conocimientos o para informarse. Cuando se lee así, leer es un acto en el cual se deben aplicar todas las potencias personales y la mayor de las exigencias humanas. Allí puede residir la clave de la vasta índole de sus lecturas, de la interrelación que había entre ellas, y de la enorme despensa de su memoria.

Con frecuencia oímos decir a los intelectuales “ese libro me cambió la vida”, pero esa afirmación dista mucho de la acción; generalmente, cuando es veraz, se refiere a que el libro en cuestión produjo algunos cambios en sus concepciones, o en sus ideas sobre algún tema.

Los intelectuales corrientes, los profesores universitarios, y en general quienes se dedican por oficio a la lectura, son personas que siguen los patrones sociales, consumen, acumulan, visten a la moda intelectual. En últimas, están domesticados y adaptados al la sociedad. No la confrontan, no desean trasformarla, a lo sumo la observan y desde su disciplina, anotan los resultados de sus investigaciones, como el meteorólogo consigna en sus informes los cambios del clima.

La manera de leer de Estanislao Zuleta era diferente, arrasaba verdades, hacía temblar las estructuras ideológicas, los sistemas y arquetipos, se obligaba a cambiar y a ser consecuente. Se entregaba de un modo temerario a la pasión provocada por sus lecturas, así construyó una voz sólida, y trasmitió a muchas generaciones (aún lo hace) el producto de su creación como lector.
Pero hay que decirlo; leer de ese modo es un acto de re-evolución, que si bien le permitió pensar, ser original en su pensamiento y construir una obra, también lo condujo a una gran soledad, y a una marginalidad intelectual.

“... un escritor, o todo hombre, debe pensar que cuanto le ocurre es un instrumento; todas las cosas le han sido dadas para un fin, y esto tiene que ser más fuerte en el caso del artista. Todo lo que le pasa, incluso las humillaciones, los bochornos las desventuras, todo le ha sido dado como arcilla, como material para su arte; tiene que aprovecharlo. De esa forma la humillación, la desdicha, la discordia, son cosas que nos han sido dadas para que las trasmutemos para que hagamos de la miserable circunstancia de nuestra vida, cosas eternas o que aspiren a serlo”. J. L. B.

De todas las lecturas posibles, la literatura es el escenario dónde mejor se puede aprehender la esencia de lo humano; los dramas y los grandes temas de la aventura vital del hombre han sido tratados por la gran literatura. Sófocles, Shakespeare Cervantes, Dostoievski, Flaubert Fafka… (la lista sería innumerable) nos han dejado una herencia, un bien, para ayudarnos a comprender y a enfrentar los dramas que vivimos, ellos desde la literatura pensaron y aportaron sobre los complejos asuntos que constituyen al ser humano.

La literatura, la verdadera literatura, la hacen unos seres que son grandes lectores, no lectores de libros, los artistas son lectores de todo, los artistas siempre están leyendo, cuando ven una hoguera están leyendo, cuando miran un río, están leyendo. Leen gestos, tonos de de voz, el lenguaje del cuerpo, la conducta, los actos son lenguaje, los artistas pueden resolver la ecuación de una sonrisa. Al mirar construimos un texto para que otros lo lean, nuestra capacidad de leer es en gran parte nuestra capacidad de vivir, también somos capaces de leer el tiempo, la adversidad, de leer el amor, los aromas, de algún modo toda nuestra relación con el mundo que nos rodea está mediada por la capacidad de leer ese mundo y la profundidad de esa lectura es en gran parte la capacidad de disfrutarlo.

El artista es un lector aplicado. La belleza suele habitar en múltiples lugares, en los más insospechados, pero no todos estamos en capacidad de percibirla, no todos podemos leerla. La literatura proviene de lectores que son capaces de leerlo todo, de aprehender el mundo y de revelar los secretos de esa intensa lectura.

Hay en la lectura de la literatura una diferencia radical con la lectura de otros textos; la comprensión del sentido es una labor del intelecto, la aprehensión de una obra de arte es una labor que requiere mucho más que intelecto. Lo que comunica una obra de arte va más allá de lo comprensible, de lo racionalmente explicable. Las experiencias estéticas, la vivencia de la música, o de la imagen escapan a lo meramente comprensible, de ahí la fascinación que producen.
Las sensaciones que produce una obra de arte literaria, tienen que ver, más con lo que produce la música, que con lo que producen la filosofía o la razón, así la literatura las contenga a ambas. En ese sentido me place citar una de las más extrañas afirmaciones de Estanislao Zuleta: “sólo se escribe para escritores y sólo el que escribe realmente lee”.

En la sociedad en que vivimos nada nos prepara para la literatura, nada nos alienta a otra cosa que a consumir, la cultura ya fue asimilada como un bien de consumo, al cine y al teatro se los denomina: “la industria del entretenimiento”. Gran parte de lo que ocurre con el mundo editorial en la actualidad, tiene que ver con la industria del entretenimiento, o con la del escándalo público. Se diría que la literatura, el gran arte, no llega a grandes públicos. Que la poesía sigue siendo una actividad dirigida a unos pocos iniciados, o a otros artistas que están dotados de las herramientas para comprenderla, para sentirla, para entrar en ella. Nada más alejado del entretenimiento, que la lectura tal y como la vivía mi padre.

En algunas afortunadas ocasiones, percibimos que el lector es quien completa la creación literaria, que la relación del poeta con el lector es una relación de coautoría. Nada dirá la obra si otro no puede percibir, gozar y sacudirse. Pero ¿podríamos aventurarnos a decir que la lectura es en sí misma un arte?

Si leer puede ser una de las artes, si pudiéramos afirmar que la lectura puede ser creación, y que hay en ese acto, además de una acción complementaria, una posibilidad de construir, de articular un acto creativo. Se nos haría comprensible la idea de que la lectura es un complemento creativo de la escritura y así la afirmación: “sólo se escribe para escritores y sólo el que escribe realmente lee” se vuelve más provocadora y más estimulante.

Leer es algo más que reconocer símbolos, articular palabras y reconocer su significado, Leer literatura es un acto de creación que no todos podemos realizar plenamente. Aunque esta no parece una idea muy democrática, podríamos decir en defensa de esa hipótesis, que así todos podamos cocinar, pocos podemos hacer de ese acto un acto artístico. ¿No es el baile una de las lecturas de la música, y no es al mismo tiempo una creación artística? ¿Que sería de una tarde de lluvia sin un poeta? Aunque todos podemos ver en la noche las estrellas, no todos podemos leerlas, o al menos las leemos con diferente intensidad.

Se podría arriesgar una idea final sobre la lectura: 1, existen varios niveles de lectura; la lectura informativa que es la que sigue los acontecimientos simples y escuetos de una narración, aquella que acoge un texto literario de la misma manera en que se lee una noticia en el periódico, ese nivel de lectura arruina lo artístico y sólo puede llegar a producir información, a lo sumo entretenimiento. 2 Otra lectura sería la que accede a otros ámbitos del texto literario, que percibe y aprecia la belleza y que puede incluso aplicar sistemas de interpretación teórica al texto, como los que se aplican en las escuelas de literatura de las universidades. Y 3, una más profunda: la lectura que es en si misma creación, la que complementa la obra literaria, la que permite al lector fundirse en el texto y redundarse con el.

En estas primeras notas para la construcción de un boceto del lector que fue mi padre, deseo expresar, más allá de las tribulaciones vividas como consecuencia de lo que denominé las “acciones derivadas”, que tengo una gratitud muy especial con él por haberme permitido entrar en la literatura con su voz mágica, en ella, en sus lecturas de las primeras noches de mi vida, recibí un bien que me ha permitido tener el mayor instrumento de gozo que se me haya otorgado.

Desde muy niño advertí que yo podía penetrar en la belleza de las cosas, atisbar la esencia de los seres, percibir el canto de la existencia. No sabía muy bien que era aquello, pero me hacía muy feliz, me producía gozo y una ebriedad saludable e involuntaria.

La literatura es la suma de la experiencia vital del ser humano, en ella nos confrontamos, descubrimos los hilos que tejen el mundo en que vivimos, contamos nuestra aventura, en ella y con ella cantamos, porque la literatura proviene de una deuda de amor con la vida y es, en últimas, una íntima acción de gracias.

José Zuleta Ortiz
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ESTANISLAO ZULETA en el CENTRO VIRTUAL ISAACS (CVI) de la Universidad del Valle.
http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/index.php?option=com_content&task=view&id=223&Itemid=96
Biografía // Cronología // Obra // Textos
Estanislao Zuleta
MEDELLÍN, 13 de FEBRERO 1935 - CALI, 17 de FEBRERO 1990
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*Coloquio en homenaje a Estanislao Zuleta en Manhattan, Nueva York,
16 de febrero, 2008

de Ines Arrubla < inesarrubla@earthlink.net >
para NTC et al , Al Margen < inesarrubla@earthlink.net >
fecha 11-feb-2008 15:16
asunto noticia: Zuleta en NYC!!!

Homenaje al pensador colombiano Estanislao Zuleta en la ciudad de Nueva York
Coloquio en homenaje a Estanislao Zuleta en Manhattan, Nueva York
16 de febrero de 9:00 am. a 4:30 pm., en el John Jay College
899 décima avenida, Nueva York

Una vez más Estanislao Zuleta (Medellín 1935 ­ Cali 1990), uno de los pensadores colombianos más importantes del siglo XX, es tema central de un evento cultural, esta vez en la ciudad de Nueva York. Momentos de...( http://www.momentosde.org/ ), una organización cultural creada con el objetivo de unir por medio de la cultura y el arte a la comunidad hispana residente en Nueva York, tuvo la idea en agosto del 2007 de organizar un evento dedicado a Estanislao Zuleta. Esta idea se hace ahora realidad gracias al entusiasmo y trabajo organizativo de los directores de Momentos de... Luz Ortiz Sánchez y Julio César Serna, colombianos residentes en USA, ello con el apoyo de diversas instituciones y personas que abrazaron el proyecto con parecido entusiasmo.

Cuatro conferencias dictadas por representantes culturales venidos desde Colombia serán el centro del evento: ³Tres Culturas², por Jaime Atencio; ³Colombia: un país inmaduro para el conflicto, un país inmaduro para la paz², por Sandra Lucía Jaramillo Restrepo; ³Democracia y derechos humanos en el pensamiento de Estanislao Zuleta², por Alberto Valencia. Finalmente, ³La Literatura, Acción de gracias², por José Zuleta, quien no estará presente en persona. Aparte de esas conferencias, Momentos de … ha preparado la publicación de un libro titulado: Estanislao Zuleta ³An aproach to his thinking² (³Aproximación a su pensamiento²), que será la primera edición en inglés sobre la obra del pensador colombiano.

El día sábado 16 de febrero, de 9 de la mañana a 4 de la tarde, en el auditorio ³Lecture Hall² del John Jay College, tendrá lugar el evento, para el que se espera la concurrencia de miembros de la comunidad hispánica y de un gran grupo de estudiantes e intelectuales norteamericanos y extranjeros amantes de la cultura latinoamericana. El día estará dividido en dos secciones. En las horas de la mañana se llevarán a cabo las cuatro conferencias, cada una de aproximadamente 30 minutos. Habrá una pausa para el almuerzo de 1:00 a 2:00 pm. (la cafetería del Jonh Jay College ofrecerá un menú con precios especiales para ese día). La sección de la tarde, donde se hará una mesa redonda de carácter informal, será realizada en otro salón del College adaptado para la ocasión con sillones confortables, mesitas con pasabocas y vino! En esta segunda sección, conferencistas y público compartirán anécdotas sobre Estanislao y la vida cultural colombiana. Dos grupos, uno de música y otro de baile, amenizarán el evento. El dúo compuesto por Edmar Castañeda con su Arpa ( http://www.edmarcastaneda.com/ < http://www.edmarcastaneda.com/ > ) y Andrea Tierra con su voz ( http://www.andreatierra.com/ ) abrirán el evento a las 9:30 am.; y a las 4:00 pm. The Flamenco Studio cerrará el día con la presentación de un programa de baile flamenco ( http://www.arrublaflamenco.com/ < http://www.arrublaflamenco.com/ > ).

Este evento ha sido posible gracias al Departamento de Estudios de Puerto Rico y Latinoamérica del John Jay College of Criminal Justice; a la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY); gracias igualmente a las donaciones de ³Terraza café², Moradian Learning Center y de La iglesia San Romero de las América. Especial mención merecen el grupo de apoyo de Momentos de..., promotor del evento, y la revista colombiana Al Margen ( http://www.almargenonline.com/ < http://www.almargenonline.com/ > ) que colaboró en su realización a través de Inés Arrubla. Al Margen dedicó su último número enteramente a Estanislao Zuleta --edición especial con gran éxito de ventas en Colombia que incluye artículos biográficos sobre Zuleta y un inédito del mismo sobre un tema de Heidegger.

Este coloquio sobre Estanislao Zuleta representa un gran aporte cultural de la comunidad latina, en especial de la comunidad colombiana. La organización cultural Momentos de... con base en Nueva York, y la revista colombiana Al Margen, son valiosos representantes de la presencia cultural latinoamericana en Estados Unidos. ­ I.A
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COLOQUIO EN HOMENAJE A ESTANISLAO ZULETA
John Jay College of Criminal Justice City University of New York

DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS
EN EL PENSAMIENTO DE ESTANISLAO ZULETA

Alberto Valencia Gutiérrez
Universidad del Valle (Cali Colombia) ( alval@uniweb.net.co )

Han transcurrido 18 años desde la muerte de Estanislao Zuleta y la importancia de su pensamiento en lugar de disminuir, como ocurre en otros casos, ha ido aumentando cada vez más, hasta el punto de que estamos ahora en New York conmemorando un nuevo aniversario de su desaparición, que se cumplirá mañana 17 de febrero.

Zuleta ha llegado a convertirse en un patrimonio de la cultura nacional hasta el punto de que ha sido considerado como el pensador más importante de toda la historia colombiana y su libro Thomás Man la montaña mágica y la llanura prosaica, como uno de los 20 libros de ensayo más significativos de los últimos 100 años. Su presencia es cada vez mayor, sobre todo entre la población joven.

Zuleta es uno de los pocos intelectuales que merecen ese nombre en la segunda mitad del siglo XX en Colombia: desempeñó un papel de conciencia crítica, no sólo frente a los poderes establecidos, sino también frente a los grupos de izquierda; asumió la empresa de "héroe civilizador", por su contribución a ambientar entre nosotros los grandes problemas de la cultura universal; llevó a cabo un importante papel de inductor al pensamiento, formó y enseñó a leer a una generación de colombianos y se convirtió en referencia casi obligada para todo aquel que quiera hoy en día incursionar en la cultura en Colombia.

Su formación no se dio en el marco formal de la escolaridad universitaria, sino a través de lo que se suele llamar autodidactismo. Su obra escrita es relativamente breve en contraste con la producción oral, que se conserva en grabaciones y está siendo editada poco a poco en Colombia. El privilegio de la comunicación oral está muy relacionado con la importancia que tiene en su vida la conversación con un interlocutor actual; se podría decir, incluso, que Zuleta estudiaba e investigaba para convertir su saber en materia de conversación. La gran fuerza de su discurso y la inmensa seducción que ejercía sobre quienes lo escuchaban provienen, en gran medida, del hecho de saber traducir los grandes problemas de la cultura universal a la singularidad de las situaciones vividas, como se puede observar en su peculiar manera de ejemplificar y de establecer comparaciones.

La obra de Zuleta tiene una gran heterogeneidad por la diversidad de disciplinas en que se desenvolvía (la filosofía, el psicoanálisis, la crítica literaria, la historia y la sociología política) y por la gran facilidad con que se desplazaba de una disciplina a otra sin respetar las barreras convencionales que imponen las burocracias académicas: lo fundamental era un problema, la formulación de una pregunta, sus desarrollos e implicaciones independientemente de que ese problema fuera atributo exclusivo de una disciplina particular. Sin embargo, más allá de la diversidad de sus intereses intelectuales su obra está marcada por una unidad.

La pregunta por el pensamiento recorre su obra de un extremo a otro: ¿qué es el pensamiento? ¿Que significa pensar? ¿En qué condiciones es posible el pensamiento? Y la respuesta a esta pregunta se puede resumir en pocas palabras: pensamos con nuestros problemas y no a pesar de ellos. La preocupación por el pensamiento es el punto de partida para la construcción de una ética del reconocimiento basada en el imperativo de ponerse en el lugar del otro, ver el mundo desde su punto de vista, así la posición del otro difiera de la mía o la ponga en cuestión. No obstante, este postulado no sólo era una condición del pensamiento racional sino el fundamento de una ética del reconocimiento y el respeto, como veremos al final de esta presentación.


II
El compromiso político

Estanislao Zuleta puede definirse como un intelectual de izquierda en el marco de la vida política colombiana de la segunda mitad del siglo XX, pero con la peculiaridad de haber sido al mismo tiempo una conciencia crítica de la propia izquierda. Su actividad intelectual se define como una lucha permanente contra todo tipo de dogmatismos en cualquier esfera de que se trate: propone incluir la cultura, representada por la filosofía, el psicoanálisis, las ciencias sociales, el arte y la literatura, como parte fundamental de un proyecto político; y, sobre todo, considera que la democracia política no es incompatible con las luchas de transformación de la sociedad. Ninguna de estas características corresponde a lo que era el típico intelectual de izquierda del momento.

Durante su vida Zuleta se identificó con el pensamiento de Marx, de donde tomó algunas de sus más importantes herramientas intelectuales, pero fue al mismo tiempo un duro crítico, no sólo de la versión vulgar y esquemática del marxismo que se difundía en nuestros países, sino del propio pensamiento de Marx. Si el pensamiento de Marx adquiere una nueva vigencia en el mundo contemporáneo, la interpretación de Zuleta seguramente será una de las mejores fuentes contemporáneas para leer a Marx de otra manera.

Zuleta se identificó profundamente con la crítica de Marx al capitalismo. El principal aspecto que subraya es el hecho de que la lógica de la ganancia capitalista pone entre paréntesis sus efectos sociales sobre los trabajadores, los consumidores y los demás sectores de la vida social y, sobre todo, tiene consecuencias sobre el desarrollo de las posibilidades humanas. Marx, en la versión de Zuleta, habría sido el iniciador de una ética de nuevo tipo que tiene dos aspectos: por una parte, un imperativo de lucha contra toda situación en la que el hombre se encuentre como un ser sojuzgado, humillado y explotado; y por otra, la exigencia de que el hombre pueda estar a la altura de los logros de la civilización, es decir, que la riqueza que se produce no sea simplemente una riqueza abstracta, basada en la posesión y la propiedad sino en el disfrute efectivo, porque esté realmente vinculada al desarrollo de las posibilidades humanas.

En contrapartida con la crítica al capitalismo Zuleta rechaza el carácter peyorativo y secundario que Marx otorga a la democracia política y los derechos humanos aunque reconoce la validez de su crítica.

La posición de Marx frente a la democracia, tal como aparece por ejemplo en el ensayo Sobre la cuestión judía, consiste en establecer un contraste entre los ideales que aparecen en el plano político e ideológico con respecto a las realidades vividas en el terreno económico y social. Las constituciones políticas prometen la igualdad y la libertad, pero cuando pasamos al terreno de las relaciones económicas y sociales, nos encontramos con la subordinación, la desigualdad, la explotación y la dominación. De nada sirve la igualdad formal ante la ley si no existe una igualdad real ante la vida. Los ideales democráticos constituyen una ideología que encubre las condiciones de explotación y dominación, que es importante criticar y develar. Además, la democracia política aparece como el sistema político propio de la sociedad capitalista y por consiguiente como una forma política históricamente circunscrita a la "época burguesa".

La posición de Marx frente a los derechos humanos es similar. Valora la declaración de los derechos humanos de la Revolución francesa como una conquista fundamental de la burguesía frente a los sectores sociales representantes del "antiguo régimen", pero considera que una vez destronado el régimen burgués y realizada en la práctica "la emancipación social y económica" ya no serán necesarios.

Según Zuleta Marx no comprendió, el valor del "inmenso acontecimiento político que significó la limitación del poder del Estado por los derechos y las libertades", que la sociedad se reserva como espacios fundamentales de su autonomía frente al poder. Y confunde la crítica a la ideología individualista, sensualista, utilitarista o liberal de la época con el acontecimiento político de proclamación de los derechos humanos en la Revolución francesa. Más aún, señala que buena parte del acento negativo que pone Marx en los derechos humanos proviene de que considera el derecho de propiedad como el modelo por excelencia de todo derecho. El derecho de propiedad se basa en una metáfora espacial de exclusión recíproca: mi derecho llega hasta donde llega el derecho del otro; el ejercicio del derecho del otro es el límite del ejercicio de mi derecho. Pero eso no ocurre con otros derechos en los cuales el derecho del otro es la condición de posibilidad del ejercicio de mi derecho y, en lugar de ser una limitación, lo promueve. El derecho a la libre expresión, por ejemplo, tiene como condición la posibilidad de que otros también puedan expresarse libremente.

Zuleta rechaza igualmente que se circunscriba la validez de la democracia y los derechos humanos a una etapa del desarrollo histórico y considera, por el contrario, que la democracia y los derechos humanos son una adquisición definitiva de la cultura humana, como lo pueden ser en otros ámbitos la ciencia o el arte. No se puede considerar tampoco que la democracia sea necesariamente una añagaza ideológica que sirve para encubrir la explotación capitalista (aunque puede llegar a serlo) y, por consiguiente, un elemento fundamental de la apología del sistema. Muestra claramente que la defensa de la democracia no es incompatible con una crítica del capitalismo.

Sin embargo, Zuleta reconoce la importancia de la crítica de Marx. No podemos hablar sólo de derechos y de posibilidades abstractas sino también de las posibilidades efectivas de su realización; la "ley no prohibe a nadie dormir bajo los puentes" decía citando a Anatole France. El trasfondo positivo de la crítica de Marx a la democracia es la exigencia de un compromiso en la lucha contra la transformación de las condiciones sociales y económicas, basadas en la dominación y la explotación. Y este imperativo es una condición fundamental de la construcción de un nuevo orden social.


IV
Una concepción positiva de la democracia

Zuleta representa en el marco de la América Latina, y en particular de Colombia, el encuentro o coincidencia de dos culturas políticas que se había mantenido separadas durante décadas y que habían asumido posiciones independientes que aparecían muchas veces como contradictorias y excluyentes: una cultura socialista y una cultura liberal democrática. La cultura socialista se construía sobre la base de la crítica al capitalismo sistema frente al cual se formulaban alternativas de transformación que iban desde los procesos graduales de cambio social hasta la formulación de proyectos revolucionarios. Una de las características más importantes de esta cultura, al menos en sus versiones más radicales, es el rechazo a la democracia liberal, cuya defensa se convierte en un asunto de segundo orden frente al imperativo de la revolución. Los grandes cambios se llevarían a cabo fundamentalmente a través de un estado dictatorial y totalitario.

La cultura liberal y democrática se caracteriza, por el contrario por la importancia dada a la democracia liberal y a las formas políticas e institucionales correspondientes. Sin embargo, la afirmación de la democracia ha significado muchas veces el compromiso con una defensa apologética del capitalismo, con una afirmación del orden social y de las formas del consenso y de la integración de la sociedad, más que con las posibilidades de su transformación.

Para Zuleta el ideario político de la sociedad contemporánea debe plantearse como una síntesis de las dos perspectivas en la que se combinan (a la manera del Aufhebung hegeliano) los elementos positivos de las dos tradiciones, pero se dejan de lado los elementos negativos. Es indispensable seguir sosteniendo el ideal del cambio y la lucha contra la explotación, que nos ha legado el marxismo, pero sin negar las libertades políticas; es indispensable afirmar la democracia política, sin que esta afirmación se convierta en una forma de defender el statu quo. La crítica a la "civilización capitalista" se puede sostener sin negar la importancia de los valores democráticos.

Esta nueva síntesis la establece Zuleta en los siguientes términos: "Tal vez la mayor dificultad de una política racionalista de nuestro tiempo se puede condensar en dos negaciones: 1. No tomar la lucha por la libertades democráticas como pretexto para defender la desigualdad, los privilegios y la dominación de clase. 2. No tomar la lucha por la igualdad, la justicia económica y la seguridad social, como pretexto para abolir la libertades democráticas. El imperativo kantiano ¡atreverse a pensar! y el imperativo marxista ¡Cambiar la sociedad! son sin duda parte esencial de nuestra herencia política. Pero ni un liberalismo kantiano ni un socialismo marxista son suficientes hoy, por sí solos, para construir una izquierda democrática”.

Para Zuleta no tiene sentido la construcción de una nueva sociedad si eso se hace a costa de eliminar las libertades políticas y sobre todo el derecho a pensar libremente. Zuleta ponía seriamente en cuestión los logros que podían mostrar los regímenes socialistas, aún vigentes en su época, en el plano económico y social, por el costo y el peligro que representaba para la construcción de una nueva sociedad, la eliminación de la libertad de pensamiento y las condiciones para el desarrollo del diálogo. Para Zuleta el más preciado de los valores humanos es el diálogo y la libertad de pensamiento y la democracia es el marco esencial para su desarrollo.


V
El carácter constitutivo del conflicto


La nueva síntesis que Zuleta pretende establecer entre culturas políticas aparentemente contradictorias y excluyentes va de la mano con la exigencia de una redefinición de lo que se entiende por democracia, más allá de lo que nos puede enseñar un manual de teoría política. Algunos de los elementos de esta redefinición son inspirados en las mejores fuentes de la filosofía política contemporánea, pero Zuleta despliega una enorme originalidad en su formulación. Y lo más importante de todo es que presenta estas ideas en Colombia.

Zuleta introdujo entre nosotros la idea de que una sociedad democrática se define por el hecho de que reconoce el conflicto como elemento constitutivo del orden social y no simplemente como la oposición entre una sociedad buena hacia adentro, que se enfrenta a la amenaza de un enemigo, que proviene del exterior. Una nueva sociedad no es aquella que ofrece la promesa de una solución definitiva de los dramas humanos, sino la que es "capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos sino productiva e inteligentemente en ellos". El conflicto es inevitable, irreductible, incluso, necesario.

Esta idea no era cara al pensamiento marxista. Recordemos que Marx tenía entre sus aspiraciones la idea de una comunidad humana, armoniosa, libre, trasparente y racional, que al estar liberada de la propiedad privada estaría al mismo tiempo liberada del conflicto. Y los proyectos políticos de la izquierda consideraban como una alternativa real la posibilidad de que una futura sociedad logre superar el conflicto, la desigualdad y los enfrentamientos entre los hombres.

El reconocimiento del carácter inevitable del conflicto tiene que ver con el hecho de que Zuleta rompe con una concepción positiva de la condición humana, tal como aparece en el pensamiento de Marx o en el pensamiento de muchos otros teóricos marxistas. La ruptura con esta concepción está muy relacionada con la asimilación de la experiencia del siglo XX y con la influencia innegable de Freud.

La barbarie de las dos guerras mundiales y el abuso del poder de los totalitarismos de izquierda y de derecha durante el siglo XX, nos dejó la enseñanza de que aquella "bondad natural" que se suponía propia de la condición humana, y que estaría sofocada por las condiciones sociales actuales, no es más que un sueño irrealizable. Ya no podemos confiar en una utopía que nos prometa el advenimiento de una sociedad feliz; como decía el filósofo Teodoro Adorno después de los campos de concentración de Auschwitz, ya no podemos confiar en la idea de que el hombre marcha hacia una perfectibilidad cada vez mayor.

Uno de los intelectuales del siglo XX que mejor interpretó la realidad vivida fue precisamente Freud quien, inspirado en los horrores de la primera guerra mundial, llegó a la conclusión de que la agresividad es tan constitutiva de la condición humana como el lenguaje. En El malestar en la cultura dice: "el hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se le ataca sino por el contrario un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad. [...] En condiciones que le sean favorables, cuando desaparecen las fuerzas psíquicas antagónicas que por lo general la inhiben, [la agresividad] también puede manifestarse espontáneamente, desenmascarando al hombre como una bestia salvaje que no conoce el menor respeto por los seres de su propia especie".

Zuleta asimila todas estas enseñanzas y asume el reto del psicoanálisis de pensar al hombre de forma distinta a como fue concebido en el optimismo racionalista de la filosofía de la Ilustración. Y lo dice claramente en su libro sobre Thomás Mann: la existencia humana es trágica e incluye la muerte, la dificultad para dominar la agresividad, el dolor y la enfermedad. Y todas estas condiciones no son simplemente el efecto de una mala organización social sino elementos constitutivos de la condición humana. El problema no consiste en pensar si la agresividad existe o no, ya que es imposible de desconocer, sino en la manera como se combina con los elementos que le son contrarios y la contrarrestan y la forma como estas mismas condiciones pueden ser creativas y fecundas. A partir de estas reflexiones Zuleta concluye que el primer elemento para construir una nueva sociedad o para definir los términos de una nueva utopía es reconocer que "el conflicto y la hostilidad son fenómenos tan constitutivos del vínculo social, como la interdependencia misma y que la noción de una sociedad armónica es una contradicción en los términos".

Sin embargo, Zuleta considera que el reconocimiento del conflicto como elemento constitutivo e insuperable de las relaciones sociales no deben ser simplemente el resultado de la aceptación resignada de la condición humana, sino que también hay que reconocer que el conflicto es creativo y es el espacio para el desarrollo de las posibilidades humanas. La erradicación de los conflictos nos dice, no es una meta alcanzable, pero tampoco es deseable, ni en la vida personal ni en la vida colectiva. Y es precisamente la democracia el espacio que permite el desarrollo creativo del conflicto.


VI
La redefinición del significado del poder


El segundo elemento de la redefinición de la democracia en el pensamiento de Zuleta es una nueva consideración acerca del poder. Si el conflicto es constitutivo e inevitable se impone entonces la necesidad de desarrollar espacios, simbólicos e institucionales, que permitan su desarrollo y su solución de tal manera que las oposiciones y las contradicciones no se traduzcan en la eliminación del adversario sino en el reconocimiento efectivo de su existencia y de sus derechos.

La tradición marxista, muy inspirada por la tradición anarquista, había considerado el poder como una instancia negativa, como una forma de expropiación arbitraria y artificial de los atributos propios de la sociedad civil, que se imponía sobre el conjunto social. En el pensamiento marxista, aparecía igualmente la idea de abolir el Estado en una sociedad futura y de "devolver" el poder a la sociedad civil de tal manera que los ciudadanos pudieran regularse por sí mismos.

En el pensamiento de Zuleta por el contrario, el poder aparece como una instancia necesaria de la vida social, siempre y cuando se encuentre sometido a un control, por parte de aquellos sobre los que se ejerce. Zuleta abogaba por la existencia de un Estado fuerte, entendido como un Estado que de manera efectiva monopolice el uso de la fuerza y se constituya en la contrapartida de la distribución del poder en sectores privados de cualquier clase que sean (guerrillas, paramilitares), como social como conocemos en Colombia. Pero un Estado fuerte no es una dictadura militar que, por el contrario, es extremadamente débil, hasta el punto de que, como solía decir en su peculiar manera de ejemplificar, "le tiene miedo hasta a los pintores y a los poetas". La contrapartida de esta concentración del poder es que la sociedad civil desarrolle la conciencia de la necesidad de los derechos humanos, que son en última instancia el principal elemento de control del poder.

El poder en una democracia, dice Zuleta siguiendo al filósofo francés Claude Lefort, asume la forma de un mandato revocable, a diferencia de otros regímenes en los cuales quien ejerce el poder se asume como su dueño, a "nombre de una identificación imaginaria con Dios, con la tradición nacional, con la raza, la verdad, la historia o el proletariado, o cualquier otra abstracción real, fantasía o creencia". De esta manera el gobernante aparece entonces como origen de la ley e identifica y confunde su propia voluntad con la ley. En la democracia, por el contrario, nadie puede ejercer el poder por derecho propio, sólo puede hacerlo provisionalmente por un periodo previsto; el poder se ocupa por delegación y se puede perder o reconquistar. Esta forma de organización política sería entonces una cara adquisición de la humanidad y no simplemente una característica transitoria de la sociedad burguesa.

Este tipo de concepción del poder es muy distinto al que encontramos en Marx. Zuleta no duda en afirmar que detrás de la idea de una "dictadura del proletariado" existe una dimensión totalitaria en el pensamiento de Marx. El marxismo tradicionalmente ha considerado que la única vía posible para llevar a cabo las grandes transformaciones sociales e instaurar un régimen de igualdad económica y social, no gana es la conformación de un estado totalitario, que suprima la libertades políticas y se asuma como el representante único y genuino de la sociedad civil. Zuleta, por el contrario, considera que la única vía posible para realizar los grandes cambios sociales, que nuestra sociedad requieren con urgencia, es la democracia, ya que es el único sistema que no ofrece la ilusión de una meta absoluta y definitiva.

VIII
El reconocimiento del otro


El tercer elemento de la redefinición del tema de la democracia que lleva a cabo Zuleta tiene que ver con la combinación arreglada
con la combinación o no de dos perspectivas aparentemente contradictorias que conforman lo que hemos llamado una ética del reconocimiento. La democracia no consiste simplemente en la difusión o el establecimiento de la igualdad sino también en el reconocimiento de la desigualdad y la diferencia o, en otros términos, la democracia es el reconocimiento de la diferencia en el marco de la igualdad.

El punto de partida fundamental de un orden democrático es la igualdad, bien sea que se entienda como igualdad formal ante la ley (democracia política) o como igualdad en las condiciones de vida (democracia social). La idea de igualdad ha inspirado las ideologías políticas y las luchas que se han producido desde la Revolución francesa, como acontecimiento apoteósico de afirmación de la igualdad. El ideal de la igualdad es tan importante que ha llegado incluso a ser prioritario con respecto a la libertad, que muchas veces se está dispuesto a sacrificar en nombre de la lucha por la igualdad, como ocurrió en los países del socialismo realmente existente.

Sin embargo el ideal democrático de la igualdad contrasta claramente con la existencia de hecho de las desigualdades y las diferencias. Ninguna sociedad humana ha realizado o realiza el ideal democrático de la igualdad. Los hombres, a diferencia de los gorriones no nacen libres ni iguales, decía Zuleta. El hecho real y escueto es que estamos marcados por diferencias de género, raza, condición social, habilidades, posibilidades y oportunidades. Tratar de negar las diferencias realmente existentes en nombre de la igualdad es tan absurdo como vestir a todos los ciudadanos del mismo color azul, como hicieron los chinos en una época. La igualdad, por el contrario, nos dice Zuleta en el libro Arte y filosofía, es un ideal colectivo, a cuya realización siempre se aspira aunque no pueda realizarse en la práctica. El ideal de la igualdad establece un criterio de valor que permite establecer la distancia entre una sociedad y otra.

La pregunta que se plantea entonces es acerca de la relación que se puede establecer entre la igualdad como ideal ético y político y las diferencias que existen de hecho en una determinada sociedad. La democracia es un ideal ético de la igualdad que sólo tiene sentido si significa simultáneamente el reconocimiento de las diferencias. La presunción de igualdad es la condición fundamental del respeto, porque el "respeto es siempre el respeto a la diferencia". Una democracia se define por la manera cómo interpreta la diferencia, por el valor que da a la desigualdad y por el derecho de expresión y de participación que concede a las minorías. El derecho a la diferencia es el primero y el más importante de todo los derechos, nos dice Zuleta. La democracia pensada en esta forma no se define entonces como la ley de la mayoría, como dice la opinión corriente, sino como la aspiración al reconocimiento de los excluidos.

Cuando la democracia sólo se considera como igualdad, sin reconocer el valor y el significado de las diferencias, se convierte simplemente en una apología del estado de cosas existente y en una ideología encubridora de las relaciones de explotación y de dominación, tal como lo observaba Marx. El verdadero valor de la palabra igualdad, observa Zuleta, consiste en hacer posible que "las diferencias existentes no se conviertan en pretextos de dominación". Es sólo en el marco de esta dialéctica entre igualdad y diferencia que la democracia adquiere sentido, como forma privilegiada del cambio social y como espacio para el desarrollo creativo, y no destructivo, del conflicto.

IX

El reconocimiento del otro radical

La ética del reconocimiento del otro, base de su concepción de la democracia, es para Zuleta, no sólo un imperativo político sino el motivo fundamental que inspira su trabajo intelectual. Toda su obra se podría definir como el resultado de una voluntad de comprender, cuyo fundamento se encuentra en el imperativo de ponerse en el lugar del otro, inspirado no sólo en la exigencia racionalista planteada por Kant como una de las máximas del pensamiento racional, sino también en el psicoanálisis y, sobre todo, en la literatura. La idea pues de ponerse en el lugar del otro es un imperativo profundamente democrático.

Ese otro, objeto de mi comprensión no son sólo las minorías (indígenas o negritudes) o las identidades vulnerables (niños, mujeres, ancianos) sino sobre todo aquel que se ubica por fuera de mi campo de representación, aquel que está radicalmente excluido de lo que yo soy. Tenemos la costumbre de establecer una división entre un “interior bueno” y un “exterior malo”, entre lo que nos es familiar y próximo, que constituye el "nosotros", y lo que es extraño y ajeno, que arrojamos al exterior. Y solemos definir una lógica de exclusión entre ambos mundos, marcada por una diferencia de valoración: lo "nuestro" se define como lo normal, lo ajeno se define como lo patológico, bajo la idea de que cada uno de esos mundos tiene un origen distinto y está hecho de una sustancia diferente.

El psicoanálisis es la disciplina que ha logrado poner en cuestión esta división del mundo entre lo normal y lo patológico, con base en la idea de que esta oposición no puede ser entendida como la relación entre dos mundos excluyentes de origen diverso y valorados en términos de positivo y negativo. Por el contrario la clave para entender lo patológico se encuentra en el estudio de las condiciones que hacen posible la normalidad. El psicoanálisis nos enseña que los seres que excluyo de mi campo de representación están hechos de la misma sustancia que me constituye a mi y comparten conmigo un universo común, asi su comportamiento no me sea admisible.

El pensamiento de Zuleta ha desarrollado esta idea en múltiples sentidos comenzando por el psicoanálisis, que constituye una de las bases fundamentales de toda su obra. El psicoanálisis, con su estudio del inconsciente, nos pone frente a un universo interior, excluido pero profundamente familiar, desconocido pero eficaz, y que experimentamos como algo extraño y ajeno. Zuleta decía citando a Nietzsche que "nadie es más extraño para sí mismo que uno mismo, y ese "otro" objeto de mi extrañeza es precisamente lo que Freud llama el inconsciente.

Esta ética del reconocimiento del otro se manifiesta también en la orientación que tienen sus estudios de textos literarios. Una buena parte de los autores preferidos por Zuleta son escritores que de alguna manera han desarrollado una particular "valoración del mal", que los ubica en una orilla completamente opuesta y representan de alguna manera una insurrección intelectual y vital contra los valores implícitos en el modelo racionalista. Tal es el caso por ejemplo de Baudelaire, Kafka, Poe, Dostoievski o Van Gogh, para sólo citar algunos. Si analizamos el contenido de sus obras vemos como en ellas se encuentran desarrollados temas como el alcohol, el vicio, la impotencia, el desarraigo, la culpa, la carencia de identidad, el auto desprecio, la identificación con un otro completamente opuesto y ajeno. Esas obras literarias constituyen la materia prima del trabajo intelectual de Zuleta.

Dostoievski merece entre todos ellos una mención especial por lo que representa para Zuleta como referencia fundamental en su pensamiento. Dostoievski fue un hombre dominado por la pasión del juego, hasta el punto de que escribía libros para saldar sus deudas. Sufría de epilepsia, y al decir de Freud, esta afección no era otra cosa que la expresión del sentimiento de culpa fundamental que manejaba su vida. Era un hombre profundamente dominado por el "auto desprecio” hasta el punto de que difícilmente podía desprenderse del deseo de encontrar un tercero en la vida de la mujer que amaba, para odiarlo, pero también para rechazarse asimismo en un sentimiento simultáneo de agresividad y autodestrucción. Pero ese hombre complejo fue también el artista que escribió una de las obras literarias más esenciales de nuestro tiempo. El pensamiento de Zuleta puede entenderse en una buena medida como un diálogo permanente con la obra de Dostoievski, como un intento de leer a Dostoievski desde el racionalismo pero, al mismo tiempo, como un intento de poner en cuestión el racionalismo desde la posición de Dostoievski.

La escogencia de estos autores nos pone de presente que la obra de Zuleta está marcada por el imperativo de entender y comprender, todo aquello que aparece por fuera de los valores básicos del racionalismo. En alguna ocasión le escuché una mención a un artículo de Thomas Mann llamado Hitler mi hermano. La idea del escritor alemán es ir a contrapelo de la interpretación de Hitler como un accidente que le habría ocurrido a la sociedad alemana, como una especie de desvío del verdadero sentido de su nacionalidad, que se habría impuesto gracias al azar de una coyuntura particular, e invitar, por el contrario, a formular una pregunta por las condiciones que hicieron posible la existencia de Hitler; es decir no ver a Hitler como alguien ajeno y extraño sino como un igual, como un semejante, como un prójimo, como un hermano. Thomas Mann no trata propiamente de justificar los excesos de horror que se asocian con el nombre de Hitler sino que quiere poner en cuestión las condiciones mismas de la cultura alemana que lo hicieron posible. Zuleta se identificaba plenamente con esta propuesta y eso me permitió comprender la orientación fundamental de su pensamiento.

Si quisiéramos definir una sola frase la orientación intelectual de Zuleta tendríamos que decir con Hegel lo siguiente: "la belleza carente de fuerza odia al entendimiento porque éste exige de ella lo que no está en condiciones de dar. Pero la vida del espíritu no es la vida que se asusta ante la muerte y se mantiene pura de la desolación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella. El espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de reconocerse a sí mismo en el absoluto desgarramiento". Esta cita expresa claramente lo que significa su voluntad de comprender. El pensamiento sólo tiene sentido si se afirma frente a aquello que lo niega.

Quedaría por ver entonces cómo sería posible integrar esa voluntad de comprender a un proceso de transformación social orientado a crear espacios institucionales y simbólicos, que hagan posible superar la exclusión, y permitan un desarrollo creativo y positivo del conflicto.


X
La situación en Colombia y América Latina

Colombia desde mediados de los años 80, e incluso desde antes, está comprometida en una situación de violencia de proporciones alarmantes, caracterizada por el auge del narcotráfico, el crecimiento de los grupos guerrilleros, estimulado con el dinero fácil de la droga, el desarrollo de los grupos paramilitares, la degradación del conflicto armado. El país ha logrado soportar esta situación sin derrumbarse gracias, en mi opinión, al hecho de que nunca ha roto con las condiciones formales de una democracia. Por consiguiente lo que es importante afirmar hoy en día es el ejercicio democrático en todas sus dimensiones, como salida de la crisis y como condición de supervivencia.

La concepción de la democracia que tiene Zuleta no solamente podría influir significativamente entre los grupos que hoy en día compiten por el poder en Colombia sino que constituye también un punto de referencia muy importante si queremos comprender lo que sucede. Lacan, el psicoanalista francés, decía que antes de hacer una ciencia hay que rectificar la posición de la ética. Y esto es precisamente lo que nos propone Zuleta. Una ética del reconocimiento del otro, inspirada en un ideal democrático de aceptación del conflicto y valoración de las diferencias, que puede ser el punto de partida para entender un sinnúmero de problemas cuya comprensión se nos escapa como consecuencia de las limitaciones de la perspectiva ética desde la cual emprendemos su estudio.

Sin embargo no se trata sólo de entender, sino también de transformar las condiciones. En Colombia tenemos un sinnúmero de grupos violentos que realizan toda clase de actos de barbarie, independientemente de la orilla en que se encuentren, y que producen rechazo en la opinión. Pero el problema no consiste simplemente en que estos grupos entreguen sus armas y se reintegren a la vida normal, sino que nosotros, los que estamos en la orilla opuesta, sepamos cambiar y crear condiciones simbólicas e institucionales que permitan su reintegración. Esta es en mi opinión la consecuencia que se deriva de la enseñanza fundamental de Estanislao Zuleta, a propósito del reconocimiento de las diferencias, como condición fundamental de un régimen democrático.